domingo, 21 de noviembre de 2010

LA LIBERTAD (En mi entendimiento personal)

El Hombre Occidental ha sacralizado la palabra “Libertad” sin siquiera comprender la totalidad del término. Se cree que la Libertad es un afán de emancipación entre los hombres en lo político, en lo económico y hasta en lo comunicacional. El hombre de hoy busca afanosamente la Libertad propia y la Libertad común. Tanto, que es capaz de asesinar a sus propios hermanos para conseguirla. Tal es el abuso que se ha hecho de ésta palabra que se ha caído en excesos absurdos que, lejos de sublimar a la Libertad, la han manchado de ambiciones, hipocresías e ignorancias.
Todos los hombres anhelan ser libres, pero ninguno sabe cómo. Hay quien toma las armas con el fin de defender abstracciones imaginarias como la Patria o a Dios. El Creador vomita a los asesinos con arcadas de asco, especialmente a los que matan en Su nombre.
Nadie quiere ser siervo de otra persona. A nadie le gusta verse sometido a los deseos y a los caprichos mundanos de los demás. En sí, el hombre se rehúsa a ser dominado por su igual.
En su mundo de ilusiones, el hombre se ha creado sus propios enemigos. El hombre común siempre ha necesitado de su propio némesis; su contraparte perversa. La ilusión se transforma en pesadilla bastante vívida para asumir la lucha que de personal se vuelve colectiva. Ya no es uno, sino cientos de hombres, sino miles de hombres quienes buscan su liberación. Se aferran entonces a una idea que no les pertenece, porque la idearon otros. Saltan a la lucha ajena y una vez que uno de los bandos aparece triunfante, estallan sus egos, vanagloriándose de una conquista sellada en sangre para regresar a su cotidianeidad asfixiante.
La guerra no engrandece a nadie, mucho menos aquella que se cimienta en el sagrado nombre de la Libertad. Poco importa la causa: toda guerra se sustenta en el odio. La Libertad no es un acto de odio, es una idea de amor.
La Libertad tampoco es una estatua muerta. Muchos hombres presumen y se ufanan de aquellos “Hacedores” que en el pasado se glorificaron en nombre de la Libertad y año tras año, en determinadas fechas, los recuerdan. Ni siquiera tienen una idea de la sangre que se derramó por causa de estos “Hacedores”. Nadie derrama lágrimas por los perdedores ni por los ganadores caídos en batalla.
El hombre común busca la Libertad de hacer, de decir y de pensar. Cree que la Libertad consiste en hacer lo que se quiera hacer, en buena o en mala medida, para bien o para mal. Poco le interesa la opinión de los demás si con su libertad satisface al dragón de su ego; si con su libertad alcanza sus deseos mundanos más anhelados; o sus vicios más profundamente arraigados.
Para el hombre común, la Libertad consiste en sacudirse del yugo de las presiones exteriores, como si se trataran de una molesta mosca. Para el hombre común la Libertad es desembarazarse de las circunstancias de su entorno, de las personas que estorban su Camino. Pocos llegan a darse cuenta que la mayor esclavitud es la propia mente. Pocos son los que se percatan de que el verdadero tirano que los agobia reside en ellos mismos, en el propio hombre. Y ese enemigo es el ego.
La verdadera Libertad no consiste en pensar lo que se quiera, decir lo que se quiera o hacer lo que se quiera. La verdadera Libertad no es tener poder, honores o gloria. La verdadera Libertad tampoco es renunciar al mundo, vagar como ermitaño o vivir como monje, aislado de todo y de todos. Esos son momentos de una libertad egoísta y mal entendida por los hombres. Éstas son libertades políticas, económicas o sociales, necesarias para el bien de la comunidad, pero irrelevantes para el Yo Interno.
Quien hace el Camino no debe de evadirse del mundo; no debe evitar a los demás. No obstante, el Caminante ha de procurarse a sí mismo, darse una mayor –aunque no mejor—importancia interior. Como organismo independiente y a la vez perteneciente a la comunidad, el Caminante no debe vivir ajeno a esto, pero ha de procurar la práctica de la Libertad Verdadera con perseverancia, con fe y con discernimiento, asido del brazo de la Verdad. Aprender a liberarse a sí mismo. Esa es la verdadera Libertad.
La Verdadera Libertad, aquella que proclama la Francmasonería y que malinterpretamos los masones, es la que consiste en desembarazarse del ego, de los deseos mundanos, de los falsos pensamientos, de todo aquello que disgusta, ata y nos esclaviza. La Verdadera Libertad es el destierro para siempre de los vicios que, cual fardos, cargamos e n la cotidianeidad del hombre ordinario.
Las pasiones y los deseos son quienes esclavizan al Hombre. Ambos se encuentran fincados en la mente. Y es la mente la causante de la falta de Libertad del hombre. La mente crea ilusiones, alimenta al ego y nutre de deseos banales y mundanos al hombre. La mente crea un mundo ilusorio alrededor del hombre y ordena al cuerpo. Por ello, el cuerpo obedece: se alimenta con vicios, con pasiones, con falacias. La mente esclaviza y coarta a la Libertad, impide la liberación interior.
Las demás libertades no nos son útiles en esto. La libertad política, la independencia económica, la emancipación sexual, la social no liberan al hombre de angustias, de depresiones, de temores, de dudas, de enfermedades. La verdadera liberación es liberarse a sí mismo. Hasta que el Hombre no consiga trascender las limitaciones de su mente, no se habrá emancipado. La Libertad seguirá, entonces, siendo una utopía: un ideal inalcanzable. El Hombre debe dominar lo interno de sí: someterlo y controlarlo.
La Libertad es hermana de la Justicia en tanto ambas son ideales inalcanzables para las sociedades. La Justicia humana no se consigue haciendo leyes, sino purificando al corazón. Por lo mismo, una sociedad nunca será libre en tanto sus individuos sigan esclavizados a sus ambiciones, a sus deseos y a sus pasiones mundanas. El gran masón José Martí, afirmaba: “Haga hombres quien quiera hacer pueblos”. Nadie puede dar Libertad Verdadera al hombre, salvo él mismo. Y si se pretende reformar a la sociedad, lo primero es reformarnos a nosotros mismos.
No es verdad que el hombre viva esclavizado en su propio cuerpo físico. Éste no es sino el vehículo por el que transitamos en ésta vida material. Por ende, hay que respetarlo, hay que cuidarlo, mas no volvernos víctimas de él ni dejar que nos domine. Ninguno de nuestros cuerpos debe dominarnos; ninguno debe esclavizarnos. La Libertad nace del sabio equilibrio que le otorgamos a cumplir o no los caprichos del cuerpo mental, del cuerpo astral y del cuerpo físico.
Quien sigue el Camino, sigue también en la ruta de la Libertad Verdadera. No la que marcan los demás, sino la que nos trazamos nosotros mismos. En tanto nos alejemos cada vez más de nuestras miserias, de nuestras ignorancias y de nuestros egoísmos, nos acercaremos cada vez más a la Libertad Verdadera.
Como Buscadores, hemos de escudriñar dentro de nosotros aquello que nos impide ser libres. Afuera, en el exterior, no hallaremos nada salvo lo accesorio, lo vano, lo fútil.
Y muy especialmente, nunca olvidarnos del Amor. La Libertad Verdadera consiste en hacer con Amor lo que se debe hacer y amar todos y cada uno los reinos de la Naturaleza.

NOTA: Las obras de arte que aquí se muestran son de la pintora iraní Beheshteh Zebni. De arriba a abajo: "Inner and outer life of my motherland women", "New bride", "Religion" y "Women in paradise 1".

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