lunes, 19 de noviembre de 2012

MASONERÍA Y TEMPLARISMO

¿Qué tan cierto es que la Masonería es heredera de los Templarios? ¿Porqué esa insistencia alrededor de una historia, si no infundada, sí mal estudiada acerca de que nosotros, los masones, descendemos del Templarismo? Desde nuestro ingreso a la Orden Francmasónica hemos escuchado la hipótesis –porque aún no se ha demostrado- que reza que nuestra institución procede de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y el Templo de Salomón. Hipótesis que, principalmente, se basa en teorías conspiranoicas y poco estudiadas sobre el tema de los Caballeros Templarios. Intentaré presentar un breve esbozo acerca de la supuesta relación entre la Masonería y los Templarios, dado que el tema es tan extenso que un par de cuartillas resulta insuficiente.

La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y el Templo de Jerusalén fue fundada en 1118 por Huges de Paynes y otros 8 caballeros franceses tras la Primera Cruzada. Su objetivo inicial era proteger el tránsito de los peregrinos que viajaban a Jerusalén (en una época terriblemente insegura: la Edad Media). Precisamente, se les comenzó a conocer como “Templarios” pues su sede era el antiguo templo de Salomón, ya destruido entonces.

Durante los siguientes 200 años, los Templarios crecieron en popularidad y número. Se contaron entre los combatientes de la cristiandad mejor entrenados. Los no combatientes lograron gestionar una compleja estructura económica a lo largo del mundo cristiano, creando nuevas técnicas financieras que constituyen una forma primitiva del moderno banco y edificando una serie de fortificaciones por todo el Mediterráneo y Tierra Santa.

Sus estrechos vínculos con los poderes medievales (Papado y Monarquías) llevaron a los Templarios a ser vistos con desconfianza. Comenzaron a entretejerse leyendas negras acerca de sus ceremonias de iniciación, la adoración de un ídolo llamado Bafomet, acusaciones de sodomía y homosexualidad, el desprecio a la Majestad de Cristo y la supuesta práctica de misas negras…. Todo ello llevó a que en 1307 el Papa Clemente V en contubernio con el endeudado monarca francés, Felipe IV, ordenara la detención de numerosos caballeros del Temple, el viernes 13 de octubre. Por supuesto que todo se trató, indudablemente, de motivaciones políticas y económicas, más que religiosas, como se ha hecho creer desde hace 700 años.

Tras la persecución, especialmente en Francia, finalmente, en 1314 fue quemado en la hoguera el último Maestre, Jacques de Molay. Las posesiones de los Templarios que no pasaron a poder directo del Vaticano, se repartieron entre otras órdenes militares-religiosas, como los Caballeros Teutones, la Orden de Malta, etc.

Mientras todo esto ocurría, los masones operativos, seguían construyendo catedrales, basílicas, capillas, templos y ermitas a lo largo y ancho de Europa. Por supuesto que la Masonería Operativa era católica –todo Europa lo era, y no había lugar para otros cultos en una época absolutamente intolerante—y es seguro que los masones edificaran construcciones encargadas, pagadas o incluso, diseñadas por Templarios. Es probable que masones y templarios se conocieran y trabajaran hombro con hombro. Generalmente, los sacerdotes encargados de velar por las edificaciones eran frailes benedictinos, de donde heredaríamos el término “Venerable” Maestro.

No se debe perder de vista que los Templarios obedecían de manera directa al Papa. En efecto, en las bulas Omne datum optimum (1139), Milites Templi (1144) y Militia Dei (1145), se daba a los Caballeros Templarios una autonomía formal y real respecto a los Obispos, dejándolos sujetos tan sólo a la autoridad papal; se les excluía de la jurisdicción civil y eclesiástica; se les permitía tener sus propios capellanes y sacerdotes, pertenecientes a la Orden; se les permitía recaudar bienes y dinero de variadas formas (por ejemplo, tenían derecho de óbolo —esto es, las limosnas que se entregaban en todas las Iglesias— una vez al año). Además, estas bulas papales les daban derecho sobre las conquistas en Tierra Santa, y les concedía atribuciones para construir fortalezas e iglesias propias, lo que les dio gran independencia y poder.

Tras la caída del Temple, innumerables documentos fueron destruídos (u ocultados por el Vaticano). La historia, durante los siguientes 400 años, se transformó en leyenda. El nombre de los Templarios era, muchas veces, silenciado. Se les consideraba como un hato de blasfemos, pervertidos, que se habían alejado de la dignidad de la caballería. La historia, reitero, se volvió leyenda.

Fue en 1717 cuando, sabemos, la Masonería Operativa se transformó en Especulativa. Este fue un largo proceso que empezó hacia 1550 cuando los masones operativos comenzaron a “aceptar” en el seno de sus Talleres a elementos ajenos al oficio de la construcción (de ahí lo de “aceptados”). Entre estos elementos de nuevo cuño, pululaban alquimistas, rosacruces, filósofos, hermetistas y esoteristas que encontraron en la Masonería el sitio idóneo donde llevar sus conocimientos sin ser perseguidos. Pues también recordemos que los masones trabajaban para la Iglesia. De hecho, habían logrado ser excluídos de pagar el diezmo en virtud a que su oficio era utilizado en bien de la cristiandad. Por ello, también se llamaron “franc-masones” o masones libres… de pagar el diezmo.

Ubiquémonos también en el contexto de 1717. Son los primeros años de la Ilustración. Movimiento que tuvo como finalidad el disipar las tinieblas de la humanidad por medio de la razón y combatir el fanatismo, la ignorancia, la superstición y la tiranía. La Masonería inglesa y, principalmente la francesa, se convirtieron rápidamente en el sitio idóneo para la planificación de un mundo mejor. Las logias dieciochescas fueron caldo de cultivo para las ideas revolucionarias que desembocarían en la Independencia de Estados Unidos (1776) y la Revolución Francesa (1789) (Lo que NO quiere decir que la Masonería –como institución- haya sido la instigadora de estos movimientos, aunque sí muchos de sus miembros).

Es lógico suponer que entre estos pensadores hubiera Hermanos con posiciones radicales y que odiaban a la Iglesia Católica. Ésta, durante mil años, había doblegado la voluntad de los europeos, principalmente en el campo de las ideas. El Papado se había transformado en un nido de corrupción, en un centro de espionaje y en el altar de la intolerancia. La reacción fue igual y opuesta. Se dispararon los clubes satanistas y los centros de pensamiento anticlerical. Y qué mejor bandera para atacar a la Iglesia que los Caballeros Templarios.

Aunque se carecía de documentos que demostraran la culpabilidad de la Iglesia Católica en el proceso de los Templarios, aunque pululaba la leyenda por encima de la realidad histórica, aunque no se podía demostrar la culpabilidad ni la inocencia de los Caballeros del Temple, el momento fue idóneo. La Masonería, originalmente con tres grados (Aprendiz – Compañero – Maestro), comenzó un proceso de crear los grados tras-logia. Y no desaprovechó la oportunidad de introducir el elemento templario dentro de estos grados superiores. Poco a poco, fueron creándose los Ritos, y estos introdujeron los Grados Templarios. N o me es dable mencionarlos, pero bástenos mencionar que el elemento templario puede localizarse en algunos de los Grados de Tras Logia de los Ritos Templario, Escocés Antiguo y Aceptado, York y Sueco.

Incluso la Leyenda conocida del Tercer Grado fue reinterpretada a favor del Templarismo, modificándose los personajes o transformándolos en Jacques de Molay, y sus tres asesinos Clemente V Papa, Felipe IV Rey de Francia y Guillaume de Nogaret –Juez inquisidor de los Templarios-.

Concluyo:

El Templarismo cristiano y católico de origen, si bien conoció y tuvo trato con los antiguos Masones Operativos, es más bien una introducción tardía en la actual Masonería Especulativa, que, desafiante ante el poder de la Iglesia Católica, implantó su práctica en los diferentes sistemas de grados. El Templarismo fue cortado de tajo por motivos diversos; en cambio, la Francmasonería evolucionó y conllevó a la evolución del pensamiento europeo. Los Templarios han sido, a juicio propio, más un elemento de inspiración que un antecedente directo de la Masonería moderna.