domingo, 27 de septiembre de 2009

CONSERVADORES, LIBERALES Y LIBREPENSADORES

Llego ante vosotros nuevamente en uno de mis ensayos en donde vierto sincera y desparpajadamente mi heterodoxia personal y mis comentarios iconoclastas para señalar con dedo no tan de fuego uno de los mitos más extendidos y menos analizados por las desasosegadas mentes de nos, los francmasones latinoamericanos, tan tradicionalistas y apelmazados en nuestros viejos ideales decimonónicos, para aseguraros trayendo en la mano la crin de la acémila cenicienta que no es lo mismo ser liberal que ser librepensador. O lo que es lo mismo, desmitificar el postulado ancestral que se cree a pies juntillas de que “si todo masón es liberal, ergo, todo liberal es (o debe ser) masón”. Y si no lo es, resulta que al susodicho Profano le falta un tornillo o la amplísima visión de ingresar a la Orden como corolario de una trayectoria comprometida con la Libertad de conciencia, de culto, de asociación política y económica, amén de tantas y tantas otras que suena ocioso repetirlas acá.

Resulta, o todo parece indicar, que el GADU, en su infinita sabiduría de la que apenas nos obsequió con una gota, creó al Universo no para tener dos polos opuestos, sino uno solo, el del lado liberal, por lo que se condena sin más ni más a aquellos malignos conservadores que tanto daño han hecho al mismo universo en el cual fueron puestos, desconociéndoles cualquier avance que consciente o inconscientemente hayan hecho o no. Y si preguntásemos del lado contrario, obtendríamos la misma respuesta, solo que los liberales serían los demonios que andan sueltos en orgiástico festín pro-aborto, pro-gay y pro-células madre. Y de ésta forma sería el cuento del nunca acabar. Debemos, en cambio, reconocer que al crear al Universo, el Supremo Hacedor de los Mundos (si se me permite la expresión pomposamente absurda, pero justa), fascinado por una extravagante y lúdica embestida de imparcialidad superlativa –como todo en Él/Ello-, quiso que todo lo imaginable cupiera en el mismo recipiente. Luego entonces, si la Logia es –como multitud de textos masónicos nos lo pueden confirmar- una representación del Universo en cuestión, lógico y razonable sería suponer que en la misma Logia tendrían cabida ambos principios irreconciliables en apariencia, pero necesarísimos para el avance del planeta Tierra, que es el que nos tocó poblar, al menos en ésta dimensión. Y para muestra bástenos bajar la mirada y contemplar el pavimento ajedrezado, que no se puso allí sólo para que se viera bonito ni para jugar una imaginaria partida de damas cuando la Tenida tórnase aburrida y tediosa; sino para hacernos entender la armoniosa convivencia entre los dos polos opuestos, que son necesarios –itero- para el avance y progreso de la humanidad, pues mientras los unos tiran la brida hacia delante, los otros se aferran en halarla hacia atrás.


No pretendo ponerme metafísico en ésta disertación, pues ni es mi fuerte ni puedo aventurarme en terrenos inexplorados para un servidor. Lo que sí puedo aseguraos es que existe la sublime falacia de creer, desde que somos Aprendices, que la Francmasonería es la “Casa de los Liberales”, de la misma manera que hasta los diez años creíamos en el Hada de los Dientes. Y en dicha creencia nos han cultivado los Maestros Masones que machacan nuestras mentes haciéndonos aceptar la versión de que la Masonería es igual a Liberalismo. Admitiré que ello es no una falsedad, sino una inexactitud originada, sin duda alguna por la confusión de términos tan similares, pero que analizándolos nos damos cuenta que quieren decir dos cosas totalmente diferentes.
En la imagen: Ignacio Zaragoza, general héroe de la batalla del 5 de mayo de 1862. Masón y Liberal.


Inmersos y atrincherados en la atalaya que desde hace ciento cincuenta años forjamos de manera tan exitosa que nadie con dos dedos de frente podría ni puede asaltar, estamos convencidos de que estamos en lo cierto, que la Masonería es Liberal y punto, con la misma tozudez que Jonás se negó a cumplir con un mandato divino. Por eso se lo tragó la ballena legendaria, rescatado más tarde sin que los jugos gástricos de tan enorme cetáceo le diluyeran ni un solo pelo. Creemos, a pies juntillas, que la Masonería es una institución liberal y bástennos preguntarnos si entonces el legendario Hiram-Abiff andaba propugnando por la libre empresa o por la igualdad de la raza humana, en una época en que había tantos esclavos como hoy en día árboles talados en la Amazonia; o bien, si Salomón, un monarca absolutista y teocrático, defendía el individualismo en su tierra y respetaba las creencias disímiles de sus gobernados, si es que las hubiera en aquel otrora. Y es que no es lo mismo, repetimos con pasmosa terquedad, ser liberal que ser librepensador; de la misma manera en que los angloparlantes no dicen igual “helado” (Ice cream) que “Yo grito” (I scream), aunque suenen igual.


De entrada, tenemos que el librepensamiento nació en la época de la Ilustración, que es decir, en el siglo XVII, antes que la Masonería Especulativa, aquella que mentamos “Regular” merced a nuestros Hermanos ingleses de Londres y Westminster de 1717 (que se ocuparon astutamente en hacerla “oficial”); mientras que el Liberalismo nacería como consecuencia de la Revolución Industrial en 1750, o sea, después que la actual Francmasonería Especulativa. Si bien puede afirmarse con certeza quasi fanática que el Liberalismo es hijo de la Masonería, ello no implica que toda la Masonería deba ser liberal. Lo que es cierto, es que la Masonería es Adogmática, término que permite la explosión de lucidez propia del librepensamiento y que se encuentra en contrario a una Masonería Dogmática, que existe, pese a quien le pese y se le reconozca o no. Lo que pasa es que muchos de nosotros nos vamos con la firme convicción chauvinista de que no hay nada más allá de nuestra nación, creada por una feliz mezcla del liberalismo centralista del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, del nacionalismo a ultranza del Rito Nacional Mexicano y del radicalismo federalista y un tanto “mocho” del Yorkismo, todos ellos venidos del siglo XIX. Lástima que por esas mismas fechas no se implantaran en territorio mexicano los ritos Francés, Sueco de Swedenborg, Alemán de Zinnendorff, Egipcio de Memphis-Misraim, Escocés Rectificado y Templario (entre otros), pues la gama de colores hubiera sido mucho más apetitosa que nada más tener tres puntos de referencia y uno de ellos, nacido de la mezcla homogénea y discutible de los otros dos.
En la imagen: Gral. Miguel Miramón, héroe de México en la Invasión Estadounidense de 1847, más tarde, Presidente de México por el Partido Conservador y vilipendiado como Traidor a la Patria, murió fusilado junto al Emperador Maximiliano de Habsburgo en 1867.

Como muestra, hemos de citar que existe, hasta la fecha, una Masonería cercana al dogma o bien, que mantiene posturas firmes al conservadurismo que tantísimo daño ha hecho al universo, según la cosmovisión parcial de los liberales y de los pseudoliberales incapaces de aceptar hechos inevitables. Pero ello sería harina de otro costal, dijéramos coloquialmente. Recordemos a personajes como Agustín de Iturbide, Lucas Alamán, Nicolás Bravo, Anastasio Bustamante e Ignacio Comonfort, todos ellos conservadores y todos ellos masones. Otrosí, Albert Pike, Eliphas Leví, o Augusto Pinochet, todos ellos conservadores y todos ellos masones, sin citar, desde luego a todos los reyes ingleses y franceses del siglo XVIII, a los monarquistas españoles del siglo XIX y a uno que otro ultra montanista italiano. Y es que ser políticamente conservador no implica que sea uno dogmático, sino que también se puede ser librepensador. Hoy en día, la línea que separa a lo Conservador de lo Liberal es muchísimo menos tenue de lo que era en el siglo XIX. De hecho, para muchos, ser conservador es estar casado con la Iglesia, cuando no necesariamente esto sea cierto (¿O es que acaso por ser masones no podemos ser diáconos o sacristanes?). De igual manera, se identifica al conservadurismo histórico con posiciones cercanas a la derecha o a la centro-derecha, cuando hay masones dentro de las filas del Partido Popular en España, el Partido Republicano en Estados Unidos, del mismísimo Partido Conservador inglés o de Acción Nacional en México. Y ello, tampoco los hace menos masones que nosotros, los célebres liberales, herederos de las posturas de Benito Juárez et al.


Y qué decir, Queridos Hermanos, del mito de que el conservador es “tradicionalmente” tradicional, es decir, que defiende las posturas de un statu quo o desea retornar al statu quo ante, y así deben ser las cosas y no de otra manera. Por ello los criticamos abiertamente o en corrillos de traslogia. Bien está que antes de mordernos la lengua en contra de los tradicionalistas conservadores, recordemos que desde 1721 sostenemos con vehemencia nuestros ancestrales Landmarks, creados por un pastor protestante (y que ni son tan ancestrales), al que sólo le faltó ponerle como articulo postrero el del “constituyente permanente” –por aquello de la inmutabilidad de los landmarks- que sí se le ocurrió a nuestro eximio Venustiano Carranza. Y ello, QQ HH, digan como le digan, me huele a dogma. Pero no entraré en debate por algo que ninguno de nosotros podemos cambiar, a riesgo de caer en el ostracismo masónico o ser arrojado a la hoguera del laicismo secular. Si es que la Masonería es Liberal, debería, pues, evitar todas éstas cuestiones que la identifican más con un grupo conservador que con el rostro pleno del liberalismo de todas las épocas y todos los hombres.
En la imagen: Agustín de Iturbide, Agustín I , Emperador de México y aparentemente, Traidor a la Patria que él formó.


Ser liberal, QQHH es más que ser masón. Ser liberal es propugnar por el individualismo, la libertad, la igualdad y el respeto a la propiedad privada. Resumiendo cada wikipédico término: el Individualismo considera a la persona como primordial, por encima de todo aspecto social o colectivo; la Libertad como un derecho inviolable que se refiere a diversos aspectos: de pensamiento, de expresión, de asociación, de prensa, etc., y cuyo único límite consiste en la libertad de los demás, y que debe constituir una garantía frente a la intromisión del gobierno en la vida de los individuos. La igualdad debe entenderse como la equidad del ser humano en lo que se refiere a los campos jurídico y político. Es decir, para el liberalismo, todos los ciudadanos son iguales ante la ley y para el Estado. El respeto a la propiedad privada como fuente de desarrollo individual, y como derecho inalterable que debe ser salvaguardado por la ley y protegido por el Estado. Lo anteriormente descripto es ser liberal. No es tan sencillo como parece y conozco a más de uno que critica o ha criticado a gobiernos liberales recientes.

Resulta bastante sencillo entender ésta parte y seguro estoy que más de uno estará pensando en éste preciso instante “así soy yo, es lo que pienso, yo soy liberal”. Y En efecto, la Masonería, como institución universal también tiene cabida para ésta ideología. No obstante, el masón también tiene sus contradicciones en éste ámbito. Y los vocablos Individualismo, Libertad, Igualdad y Propiedad Privada parecen ser los postulados masónicos por excelencia. Entonces, ¿Somos individualistas en realidad cuando en multitud de casos nos hemos vuelto mesiánicos siguiendo a un líder profano o masónico que nos promete el sol, la luna y las estrellas?, ¿Hablamos de Libertad de un ente cuando se le restringen sus aportaciones poniendo en tela de juicio sus errores (y no sus aciertos) por correo electrónico? ¿Con qué clase de Libertad nos vamos a mover los masones? ¿Igualdad cuando hay masones de grados superiores que ningunean a los Aprendices y Compañeros y a algunos Maestros echándoles en cara que no saben nada? ¿y qué decir de la Propiedad Privada si existen masones que son o pueden ser socialistas? (como Lázaro Cárdenas, Gran Maestre del Rito Nacional Mexicano, quien lo era) ¿Acaso no hay masones comunistas? ¿Nunca los hubo? ¿Y los Hermanos combatientes de la Guerra Civil Española no cuentan? ¿En realidad somos todos liberales? ¿O es que simplemente nos hemos dejado llevar por una corriente que defiende a ultranza el pensamiento juarista y de los reformistas de 1857 y para no sentirnos los menos en la comunidad masónica también tenemos que admitir que somos defensores de dichas ideas decimonónicas y admiradores de Juárez cuando en la mayoría de los casos sólo sabemos de él que era un humilde pastorcillo oaxaqueño que llegó a ser Presidente de la República? ¿Sabemos acaso qué es el Liberalismo Político? ¿Sabemos qué es el Liberalismo Económico? Admitiremos que estos postulados se acercan en demasía al pensamiento masónico. Admitamos asimismo, que en la práctica, también los ideales conservadores se amoldan a nuestra institución. Y admitamos que en el seno de nuestros Talleres coexisten ambas tendencias. Aceptemos también que hace 150 años, los masones conservadores –por cierto, del Rito Escocés Antiguo y Aceptado- no comulgaron con Juárez y, al contrario, lo atacaron despiadadamente.


Lo que es el masón es un Librepensador. Ceñirnos la etiqueta de Liberal indica, sí, que somos individualistas, libertarios y defensores de la propiedad privada. No obstante, nos circunscribe a ver el vaso medio vacío o verlo medio lleno; nos limita a vestirnos de negro o vestirnos de blanco, a decidir entre tomar Coca o beber Pepsi. Si queremos etiquetarnos como Liberales, aplaudiré dicha decisión y me sumaré a ella. Porque es en lo que creo. Pero más que nada, seamos Librepensadores. Un librepensador es una persona que forma sus opiniones sobre la base de la razón, independientemente de la religión, la tradición, la autoridad y las ideas establecidas, para ser dueño de sus propias decisiones. El término librepensamiento a partir de la Ilustración define una actitud filosófica consistente en rechazar todo dogmatismo, bien sea de tipo religioso o de cualquier otra clase, y confiar en la razón para distinguir lo verdadero de lo falso. El librepensamiento es base filosófica para el movimiento del Humanismo secular. También es la base pedagógico-filosófica para la escuela racionalista. Masonería y Humanismo son hermanos de sangre. Masonería y Laicidad son hermanos de sangre. Masonería y Liberalismo son primos cercanos, pero no iguales.
En la imagen: General Juan de Prim y Pratts, general en jefe de los ejércitos que ocuparon Veracruz para exigir el pago de la deuda de México en 1861. Hombre honesto, probo y justo, se negó a apoyar a Francia en su afán por invadir México y se retiró con sus tropas, molesto por la invasión.


Habría que decirle a los Hermanos que se sienten criticados y dilapidados por éste malentendido tradicionalmente impuesto de manera quasi dogmática –y eso que no somos dogmáticos aparentemente- que se sientan en la total libertad de afiliarse o votar por el partido de su preferencia, aunque sea de ultraderecha, si es en el que creen; que se vuelvan defensores del statu quo ante si lo consideran adecuado a sus intereses o de la nación; que condenen a las células madre si es su decisión razonada; que salgan a la defensa de la penalización del aborto, si está entre sus valores; que pongan en la cabecera de su cama un crucifijo o al santo de su elección, que cuelguen un retrato de Iturbide o de Porfirio Díaz si los admiran; que metan a sus hijos en escuelas católicas si las consideran apropiadas; que no les importe si otro Hermano Masón los ve charlando con un sacerdote, rabino o pastor. Aquí, en la Francmasonería, verdadera Cuna del Librepensamiento, nadie los va a criticar, nadie debería criticarlos y si hubiere Hermanos Masones Conservadores entre nuestras filas, debemos aceptarlos, admitirlos y reconocerlos como Hermanos. Así lo juramos.

domingo, 20 de septiembre de 2009

El Camino de la Masonería: ¿Por qué permanecemos en ella?

Pertenecemos a la Orden Masónica, asociación que goza de una dudosa popularidad entre los Profanos y mejor prestigio entre los propios, siguiendo la conseja popular que afirma que quién va a hablar mejor de uno que uno mismo y por ese motivo, bastante válido en todos los aspectos de nuestra vida y de las ajenas, es prácticamente imposible encontrar algún no-masón, es decir, Profano, que diga dos o tres verdades acerca de la Masonería, toda vez que para empezar se encuentra imposibilitado de hacerlo, pues a veces ni siquiera los propios masones saben qué es la Masonería y, en segundo lugar, el proceso vivencial y contextual en que dicho profano se ha desarrollado dista mucho de colocar a la Masonería en un pedestal y más bien llena la cabeza a todo ser humano de simplezas, tonterías, nimiedades, absurdeces y desatinos que en más de una ocasión nos preguntamos de dónde diablos tendrá el ser humano cabida para tanta imaginación y se nos olvida que el cerebro puede ser tan lúcido como tramposo en sus efluvios neuronales. Y decía y digo, además, que muchas veces ni siquiera los mismos masones saben qué es la Masonería, vamos, no sabemos qué estamos haciendo aquí. Y para muestra habría que atrevernos a hacer una encuesta –herramienta tan en boga de hogaño- a cada uno de los Hermanos y soltarles a bocajarro “¿Por qué entraste a la Masonería?” Pregunta que tiene un mil aristas a su alrededor y que daría origen no a una respuesta simple, pura y directa, sino que originaría debates y mesas redondas de media hora y hasta de dos o ciento veinte minutos, que es lo mismo, contados alrededor del tradicional y consabido ágape en torno a una mesa donde ya no serían dos, sino hasta cinco, seis o siete los comensales que se irían por las ramas saltando de tema en tema hasta que se pierda en el olvido la pregunta original y se acabe hablando de temas tan variopintos y total, el momento filosófico habrá que dejarlo para después en tanto se critique, una vez más, al gobierno del país que de tanto hacerlo ya resulta una conversación anodina, como si dos médicos se pusieran a hablar del remedio de la gripe o dos sacerdotes de la comunión cristiana.
Peritos de todo y remendadores de nada, al fin y al cabo los masones nos permitimos soñar despiertos y evocar momentos gloriosos, menos crueles y más dignos del pasado que nunca conocimos en vivo y en directo, pero de los que nos sentimos orgullosos como si hubiéramos sido testigos presenciales de los mismos. Total que una vez más, nos quedamos en ascuas y con las ganas de saber porqué el Hermano Fulano de Tal entró a la Masonería; y ello tal vez hubiera sido mejor preguntárselo en el momento en que penetró en el umbral de los más recónditos misterios y enigmas que están velados al común de los mortales en nuestros Templos. Mejor hubiera sido agarrarlo descuidado y con espada en mano, que en ese momento hubiera sido más sincero de lo que podremos esperarlo ahora, Fraternidad y Amor Filial de por medio o no. Lo mejor sería preguntarle ahora “¿Por qué permaneces en la Masonería?”, pregunta que si bien no desarma al interpelado, por lo menos lo pone a meditar por unos buenos y eternos segundos en que buscará entre los laberintos de su mente una respuesta que nos deje satisfechos y que, a su vez, no propicie que vayamos de correveidile con el Venerable Maestro o que andemos pregonando a los cuatro vientos que el susodicho Hermano está en la Masonería porque no tiene otra cosa mejor que hacer. Astutamente ninguno de a quienes les preguntemos nos dirá con honestidad una respuesta de lo más profundo de su corazón, a lo mucho mirará hacia los lados esperando que llegue un tercero a sacarlo del atolladero en que lo hemos metido y suplicará con la mirada al Hermano más capaz en la oratoria o en la filosofía que venga a sacudirle el moscardón. Por supuesto que no faltaría la ocasión en que el Hermano al que le hacemos la pregunta haga un impasse inesperado y nos la revire: “No, primero dime tú por qué permaneces en la Masonería” y entonces seríamos nosotros los que escrutaríamos con la mirada a algún Hermano salvador que nos saque del pozo que nosotros mismos hemos cavado, porque aceptémoslo, tampoco tenemos una respuesta razonada y satisfactoria y a lo mucho nos contentaremos todos con decir al unísono que estamos en la Masonería porque nos gusta, que es más general y menos comprometedora, pero en gustos se rompen géneros y lamentablemente seguimos con la duda que nos agolpa las sienes y nos quita el sueño. Podemos lanzarla en medio de la Tenida y esperar a que uno a uno los Hermanos nos cuenten un anecdotario que va desde el consabido y esperado “Porque soy liberal” y punto, hasta que nos salgan con la melodramática historia que en un principio la logia lo rechazó hasta que de tanto insistir pudo entrar y ya tiene más de diez, veinte o treinta años en la Logia, orgullosamente, que también de orgullo se alimenta el ego de los masones.
Hemos de reconocer que ambas preguntas tienen sentido: porqué entramos no es lo mismo que preguntar porqué permanecemos. Es el equivalente a salir a dar un paseo para bajar la comida del mediodía y encantarnos tanto con el paisaje y la caminata en sí que a los veinte minutos se nos olvide por qué salimos a la calle. Es un ejemplo burdo y pueril, pero válido, porque todos los que estamos en la Logia, cualquier logia del universo mismo (que es decir, de la Tierra porque hasta la fecha no hay noticias de logias masónicas en las Pléyades o en Orión) entramos por un motivo determinado y con el caminar en la Masonería, el mismo ha variado una o más veces y al final nos quedamos porque no hemos podido satisfacer la necesidad que imperiosamente tuvimos en un inicio o que obtuvimos al andar por este Camino y esperamos en un momento determinado poder decir con orgullo, “he concluido mi Camino, hasta aquí llegué”, pero no faltan los Hermanos que nos salen con la cacareada frase de “Siempre seremos aprendices”, o su forma negativa “Nunca dejamos de ser aprendices” y una vez que pensamos ya poder respirar tranquilos y haber alcanzado el pináculo de nuestra Masonería Personal en conocimiento, filantropía, sabiduría, amistades, política o sentido social, que los motivos son variopintos y múltiples, nos salen con que somos idóneos para entrar a los altos grados o que sigamos el ejemplo de Perenganito que estuvo cincuenta años en la Logia, y en fin, que los Hermanos atinan en apretar en nosotros el botón correcto, el del orgullo, y decidimos quedarnos otra temporada, hasta que volvamos a lanzar la amenaza de ahora sí, dejar la logia y recorrer otros caminos, o de plano morir en pleno uso de nuestras facultades masónicas. Y no está de más que nos recuerden que estamos en una institución cuya historia “se pierde en la noche de los tiempos”, frase absurda e inútil, porque a decir de José Saramago: los tiempos dejaron de ser noche de sí mismos cuando la gente comenzó a escribir y al comenzar a escribir, se empezaron a registrar los hechos del mundo, se hizo la luz y se dejó la oscuridad. Pero los masones nos brincamos entusiastamente ésta reflexión y preferimos quedarnos con los dichos prefabricados.
Razones para haber entrado a la Masonería las hay de sobra, quizás no nos aceptaron en ninguna otra institución y ésta fue la única que satisfizo nuestro sentido genéticamente gregario, o desde niños andábamos de rebeldes sin causa y encontramos la causa al leer una enciclopedia o en algún cotilleo familiar se lanzó al aire el argumento de que los masones somos los chicos desobedientes por antonomasia en toda la historia, o en los últimos doscientos noventa y dos años, que es lo mismo (y más realista) y ni tardos ni perezosos nos avocamos a meter nuestra solicitud de iniciación. Pero las motivaciones varían y deben estar reforzadas con, nos guste o no, pensamientos mágicos o ideas místicas en el sentido de que vamos a dominar al mundo y, no lo neguemos, no falta quien entra convencido de que le va a tocar un trozo del planeta, aunque sea en medio del atolón de Muroroa. O bien, que en nuestras logias se encierran oscuros y misteriosos misterios, con perdón del pleonasmo, que de develarse pondrían al mundo de cabeza, haciendo cimbrar los hilos del poder y caerían instituciones milenarias, como si pudiera ser verdad lo que andan diciendo Dan Brown, Tom Egeland o Raymund Khoury, que de teorías conspiranoicas andamos ya más que satisfechos, pletóricos de ellas; y cuando declaramos no saber dónde está la Atlántida, o el Santo Grial ni quién asesinó a Kennedy, entonces llega la lógica-ilógica tóxica y desviada de las mentes que afirman que los masones de la calle no sabemos estas cosas y sólo los grandes jerarcas, que ni existen, saben los más recónditos secretos y ninguno de ellos se conoce, que son doce y que están en algún sitio perdido del planeta, llámese Shangri-Lah o Jardín Masónico de las Delicias. O bien, que en las logias se obtienen poderes maravillosos que solo los Verdaderos Iniciados han desarrollado, lo que no deja de deprimir, pues entonces, por conclusión, ninguno de nosotros es un Verdadero Iniciado y solo pasamos por la ceremonia de noche, o de plano somos indignos de mirar al Espejo Mágico sin convertirnos en piedra. O bien, que somos herederos de los Templarios y que nuestra misión es vengar a Jacques De Molay y acabar con la Iglesia Católica, como si pudiese hacerse, que los mismos sacerdotes, diáconos, cardenales, obispos, arzobispos y papas llevan dos mil años tratando de destruirla, sin poder lograrlo; además de que existen otras dos mil asociaciones antiguas y modernas que dicen ser herederas del Temple, de Hugues de Payn, de Jacques De Molay, se ponen sus capas blancas con la cruz paté y andan gritando “Hiersolyma est perdita”, mostrando documentos de dudosa antigüedad que lo mismo pudieron hacerse en la Francia del siglo XI o en la Plaza de Santo Domingo en Ciudad de México hace tres días, tratando con los mismos de reivindicar los derechos que Clemente V les arrebató en 1314. O bien, que sabemos que el mundo se va a acabar en diciembre del 2012 y que estamos preparándonos para salir todos en una nave extraterrestre antes de que tomen posesión Peña Nieto y Angélica Rivera de la anunciada Presidencia de México.
Todas estas paparruchadas provienen de la mente inflamada de personas con un pensamiento mágico, inevitable si se quiere, porque finalmente hemos de aceptar que la fe en efecto puede mover montañas, ya sea que Mahoma vaya o no a la misma o que creamos que aun existen milagros. Los seres humanos precisan de este sentido de creencia, pues a veces es lo único que los mantiene vivos o en un menor estado vegetativo, aunque los masones estamos creados con un molde diferente, si bien no quiere decir que sea el correcto, aunque para nosotros así sea. La Masonería no precisa de este pensamiento, ni de gente que sea iniciada creyendo que se va a hacer con el Poder supremo y que va a conocer el Nombre de Dios, el verdadero, el único, la Palabra que se perdió y que puede destruir al universo entero: y es que un nombre no es nada y la prueba la encontramos en que Alá que, a pesar de los 99 nombres que dice el Corán que tiene, no ha conseguido ser mas que Dios. La Masonería requiere más bien, Hermanos que puedan ser capaces de por lo menos, responder a la pregunta “¿Por qué permaneces tú en la Masonería?”.