domingo, 31 de julio de 2011

De ‘La Libertad’ a ‘mi libertad’ (II Parte de "La Libertad", por el Hno. Favio Mendoza Méndez)

Nuevamente, con la autorización del Hermano Favio Mendoza Méndez, Pást Máster de la Respetable Logia Simbólica "PLUVIUS" No. 62, reproduzco la segunda parte de su Trazado sobre la Libertad.


De ‘La Libertad’ a ‘mi libertad’

En la exposición anterior afirmé que la libertad es un concepto humano (es decir, tiene su origen y existencia en nuestra mente) que constituye un elemento cultural y evolutivo en la conformación de nuestra especie.

La Historia nos da cuenta de las distintas formas en que dicho concepto ha sido valorado en las sociedades humanas, y debemos reconocer que en todo grupo social la cultura está fuertemente influenciada por sus grupos más poderosos, que dirigen la educación, la religión y los medios de comunicación, penetrando así en la mentalidad de toda la población, amén del seguimiento que por emulación hacen las clases bajas al admirarlos.

Simplemente verifiquemos esto en la influencia que los medios ejercen sobre las masas. Es así que la actual percepción de la libertad, los valores, la moral, y otras muchas abstracciones (que dicho sea de paso sólo me son interesantes en la medida de su utilidad) se derivan del “american way” que nos bombardea constantemente en programas y filmes de los que se haya ávida nuestra sociedad mexicana, lo queramos o no.

Por otra parte Erich Fromm insiste en su obra, “El miedo a la libertad”, que dicho concepto varía en su significado de acuerdo con el grado de autoconciencia que cada ser humano posea, es decir, depende de la concepción que cada quien tenga de sí mismo, como un sujeto separado del resto, como un ser independiente.

Es ahí donde nos explica lo que él llama “estado de separatidad”, explicándola con el proceso por el cual el infante descubre su existencia individual y separada, primero de la madre y luego de todo lo demás.

Así que, según su aportación, la percepción de libertad e incluso el disfrute de su experiencia dependerán de ese proceso de individuación, que implica el autoconocimiento y la generación de la propia conciencia.

Solo que el autor citado agrega una gran carga de moralina al enfatizar en la responsabilidad que el concepto trae aparejado y su contraste con el también conceptualizado ‘libertinaje’, o al menos lo expone así desde ‘su percepción’ heredera de la tradición judeocristiana que todos los occidentales mamamos en el hogar, nuevamente lo queramos o no.

Al exponer este tema ante mis cofrades, uno de ellos opinó que en la sociedad actual se identifica al hombre que es así de libre con la figura de “el loco”. Este señalamiento viene muy al caso, porque efectivamente así es visto quien rebasa los límites que el grupo social admite, y se le señala con dedo flamígero como un asocial, amoral, anti institucional, y demás letanías que las autoproclamadas ‘buenas y domesticadas conciencias’ gustan en emplear para hacer evidente su distinción entre ellos y el infame trasgresor.

Pues bien, esta visión social de “el loco” es también un arquetipo recogido en el Tarot con un arcano que representa el ser libre e indómito sin ataduras materiales ni espirituales. “El loco” es simple, natural, bohemio; es “él” sin importarle cómo se vive en el mundo, por ello, no se lo compra con dinero, ni halagos, ni amor, ni nada. Su conocimiento de las cosas es generalmente superior al resto de las personas y desde esa sabiduría y creatividad acciona, olvidando que la cotidianeidad social exige otros códigos y normas, por eso se lo percibe como extravagante y transgresor.

Otra fuente expone a este arcano como un joven que combina sabiduría e insensatez, asociado con el ‘cuánto’ y con la ‘dualidad tiempo/espacio’, símbolo de la extraña naturaleza cuántica de la realidad, de la anarquía que reina en el nanocosmos. El número cero que lleva en el Tarot de Marsella baila entre los opuestos (curiosamente como el andrógino Bafomet). Es un arquetipo itinerante que deriva por el alma como un nómada, representa por tanto un principio de movimiento instintivo, opuesto a todo sedentarismo de la consciencia, a toda acomodación del ego.

Las anteriores citas son un traje a la medida para el siguiente personaje: Diógenes de Sínope, quien a pesar de no ser considerado creador de la escuela de los Cínicos, constituye su mejor exponente. Entre uno de los fragmentos de su ingenio, se dice que habiendo sido invitado por algún riquillo de su época, al entrar en su lujosa y pulcra mansión éste le advirtió que no escupiese en ella, tras lo cual Diógenes arrancó una buena flema y la escupió en la cara del dueño, para decirle después que no le había sido posible hallar un lugar más inmundo en toda la casa (¿Será por eso que animado de ese mismo espíritu me atreví a escupir al rostro de algunos hipócritas?, solo elucubro porque yo de Diógenes no tengo nada, aunque tal vez sólo indicios del síndrome).

Pero de esta rica filosofía y otras cosas los aburriré en la siguiente exposición.

Es cuanto.

FAVIO MENDOZA MÉNDEZ



domingo, 24 de julio de 2011

LA LIBERTAD (en palabras del V.'. H.'. Favio Mendoza)

En días pasados recibí ésta extraordinaria aportación de mi Querido y Venerable Hermano Favio Mendoza Méndez, Pást Máster de mi Madre Logia "Pluvius" No. 62, al Oriente de Orizaba, Veracruz, México. Con su autorización expresa, lo reproduzco en éste espacio para solaz de todos los que el presente vieren.

En una de las conversaciones que sostuve con uno de nuestros cofrades, abordamos someramente el tema que ahora traigo a vosotros, pues me quedé pensando sobre el tema de la libertad de expresión y lo que se dijo sobre la posibilidad de acotarla.

Recuerdo que opiné que habría que empezar por no emplear un término absoluto (como lo es el de “La Libertad”) para tratar de hallar límites a la expresión de las personas.

Porque al considerar a la libertad como un concepto absoluto, entonces no se le podría limitar (al menos para efectos metafísicos y etimológicos), pues lo absoluto se refiere a lo que se piensa es incondicionado e independiente, lo que ‘es’ por sí mismo, que no está sujeto a nada, que no tiene vínculo alguno de dependencia con cualquier otra cosa.

De ser así, entonces intentar poner límites a la Libertad no tendría sentido, e incluso ello iría en contra de la libertad misma.

Pero la realidad es que los humanos sí acotamos las libertades, pues por ello es que han existido tabúes, dogmas, decálogos, así como normas y reglas que regulan no solo la conducta externa humana, sino que algunas incluso han pretendido hacerlo con los pensamientos y deseos.

Pero entonces, ¿la libertad es o no absoluta?, ¿es tan solo un concepto tenido por absoluto?, ¿es una actitud de vida?, ¿o es tan sólo una palabra sobrevaluada y de uso demagógico?

A la Libertad se le suele definir como la capacidad que posee el ser humano de obrar según su propia voluntad, por lo que es responsable de sus actos.

Me llama la atención esta definición pues se enfatiza en que es una capacidad humana, excluyendo por tanto a los que no sean de nuestra especie; además se enfatiza en la responsabilidad que trae aparejada, así que de inicio esta postura cerca el concepto, y por tanto ya no es absoluto. ¿Acaso existe algo que realmente sea absoluto?, ¿o que al menos lo sea para todos los seres humanos sin excepción?

Aquí creo conveniente discernir entre lo que los humanos conceptualizamos de la realidad que nos rodea (incluyéndonos en ella desde luego) y la realidad misma, es decir, la consabida distinción entre el “ser” y el “deber ser”, entre la naturaleza y la idea que de ella se forma el Hombre.

Recordando lo que alguna vez expuse en Pluvius:

“…Comúnmente se piensa que el hombre es moral porque es libre, porque con su libertad es responsable de sus actos, a diferencia del animal, de quien se dice no es responsable porque no es libre. Yo no estoy de acuerdo, porque tal afirmación implicaría que el hombre es libre porque no está sujeto a sus instintos, y que el animal no es libre precisamente por obedecer a los mismos, cuando son éstos, en el contexto de la Naturaleza, el parámetro y límite de la libertad.

En efecto, estoy de acuerdo en que sólo el hombre realiza valoraciones morales, pero no por su libertad sino por su cultura, esto es, en el plano del deber ser, mismo que él ha creado paralelo al de la naturaleza, es decir el plano del ser que es el auténtico vigente y positivo. Por tanto, es la norma moral, o cualquiera de que se trate, la que debe ajustarse al hombre, porque el ser determina el hacer y no al revés.

Es la búsqueda de sentido y explicación del porqué de las cosas lo que lleva al hombre a crear, en el mundo por él reinventado, la justificación de sus actos a los que el mismo hombre califica como buenos o malos, morales o inmorales, dependiendo del interés particular o público o del deseo interno frente a la exigencia externa.

Se dice que sólo existe un hecho moral cuando el hombre tiene la capacidad de decidir; esto es cierto sólo en relación al mundo del deber ser y no del ser, porque en éste último plano el hombre está sujeto a sus instintos los cuales le son ineludibles, y sólo si acaso encausables; mientras que en el otro plano del deber ser sí tiene opciones para elegir.

También se dice que sólo hay libertad moral cuando existe capacidad de decidir para actuar de acuerdo con la razón, sin dejarse dominar por los impulsos o los sentimientos, dicha postura la considero como un ingenuo intento por tratar de escapar de nuestra naturaleza manifestada en nuestros instintos, y al mismo tiempo me parece una pretensión arrogante por pre enjuiciar a la razón y al intelecto, fríos y cerebrales, como algo bueno o positivo en sí mismos, teniendo al movimiento volitivo del instinto como algo malo, penoso, o atávico.

Creo que la auténtica libertad consiste en la adecuación del actuar y razonar del hombre con su propia naturaleza, pero no como un sometimiento de la razón hacia el instinto, sino como una coherencia del deber ser con el ser. Estoy de fijo en que no estamos por encima de la naturaleza, como románticamente nos intentan hacer creer las religiones teístas y en general el idealismo…”

Pero indagando más sobre el tema me sorprendí al hallar lo siguiente: “…la primera representación escrita del concepto "libertad" se cree que es la palabra cuneiforme sumeria Ama-gi. Se cree que es la primera instancia de los seres humanos utilizando la escritura para representar a la idea de "libertad". Traducido literalmente, significa "volver a la madre"…

Desafortunadamente el anterior párrafo tiene muchos “se cree”, lo que no ofrece seguridad sobre la raíz más antigua del significado de la palabra, pero me parece curioso que ello coincida con mi argumento, pues en el plano del “ser” (el real y no el ideal-artificial del “deber ser”) ese retorno a la madre me significa el acercamiento a la naturaleza, siendo ésta quien ciertamente nos marca el alcance de nuestra libertad.

Pero volviendo al punto de poner límites a la libertad, en acatamiento a la naturaleza dicho albedrío no debería tener límites, pero dentro del grupo social en que nos encontramos sí ocurre. Esto es así que por necesidades de convivencia y/o de conveniencia.

Así que, concepto tan poético de “Libertad” de todos modos Juan te llamas, porque si La Libertad tiene su fuente en la mente humana (así como otros muchos más), entonces no se trata de un bien o entidad ajena a él, no tiene el ‘ser’ en sí misma y no es absoluta. Se trata por tanto de un elemento más en la conformación de lo que entendemos por Hombre, luego es un elemento cultural, histórico y hasta evolutivo.

Al tratarse por tanto de un instrumento más que ha generado la mente humana para desenvolverse entre sus iguales de especie y prosperar entre ellos, no es extraño que la misma se vea a veces sobrevaluada, otras devaluada, a veces destacada otras soslayada, pero siempre presente, pues se trata de un elemento necesario para una mejor supervivencia, o lo que equivale al triunfo en la carrera evolutiva.

El darvinismo social apunta a la capacidad de mantener satisfechas las necesidades en el medio en que se habita, lo que implica la detentación de al menos el capital para con él conseguir la fuerza del trabajo y hasta la naturaleza. Sin embargo e irónicamente el humano que así se considera libre depende de los servicios de otros para poder satisfacer sus necesidades con lo que le asegure su subsistencia, y esto le constriñe esa libertad de la que se ufana.

Si ya considero ahora a La libertad como un elemento evolutivo humano, además de su uso en la evolución social con sus factores predisponentes (familia, educación, grupo social, etc.), no hay que olvidar los factores bioquímicos que de hecho son determinantes en la formación del individuo (ejemplo de estudio en neuriociencia), y finalmente los factores desencadenantes que podrían precipitar la voluntad en uno u otro sentido. Pero al fin y al cabo con la posibilidad de elegir entre “A” y “B” (como lo propone Víctor E. Frankl en “El hombre en busca de sentido”), o tal vez la ilusión de esa posibilidad de elección.

Entonces… según parece tan solo creemos ser libres, y en esa percepción existimos (cuidado porque percepción no es realidad), nos desarrollamos y hasta buscamos ser felices. Pero no es de sorprenderse, al fin que en nuestra especie se creen muchas cosas, otras se han dado por sentadas; pero las mentes inquisitivas suelen terminar rompiendo la ilusión y optan por píldora la roja que Morfeo le ofrece a Neo. Aunque a veces se apetece y hasta se puede gozar de la bienaventuranza de la otra visión, que podría ser reducida a un estado alterado de conciencia, no muy distinto del que podría ofrecer un chocolate, un orgasmo, el enamoramiento, una meditación profunda y extática e incluso algún alucinógeno.

Al confrontar así la realidad con la idealidad de la misma, en un auto examen que todos nos impusimos al ser iniciados, y lo que esto implica sobre el replanteamiento de todo mi bagaje cognitivo, es que me he hallado en medio de la supuesta incongruencia a que hace alusión Erich Fromm: los humanos somos el producto de una incongruencia. Y ella parecer surge de la misma evolución, al desarrollar una conciencia propia e individual que nos ha hecho distinguirnos de “los otros”, el resto de la naturaleza y de ella misma, al tiempo que pretendemos emularla con un orden social y cultural que aparentemente ha servido para evolucionar pero también para sojuzgarnos unos a otros, pero que felizmente es tan contingente como su creadora: nuestra especie.

Creo que de ahí surge mi identificación con el escepticismo, el mecanicismo (y lo que le toque de materialismo) y el cinismo (Diógenes con su muy particular y picante filosofía); pero de eso les aburriré en el próximo trazado.

M.'.M.'.FAVIO MENDOZA MÉNDEZ

domingo, 3 de julio de 2011

La Rebelión... silenciosa

La rebelión es una Búsqueda. Al rebelarnos, en realidad estamos buscando. Los rebeldes se vuelven en buscadores de ese algo que les hace falta, de aquello que sirve para complementarlos.

El masón es un rebelde porque es un Buscador. Toda búsqueda inicia con una parte negativa. Y esa parte negativa es el rechazo. Rechazamos un estilo de vida que ya no nos satisface. Sentimos el llamado a la aventura, pero no sabemos interpretarlo. Ignoramos cuál ha de ser el primer paso.

Nos rebelamos contra las cosas mundanas, contra el mundo material. Por oposición, buscaremos el lado espiritual que nos hace falta. Es cuando emprendemos el Camino. En la Búsqueda, el Camino nos encuentra; nosotros no lo encontramos a él. Él es quien nos llama. Cuando surge el hastío, surge la Rebelión y con ésta, la Búsqueda. Es entonces cuando emprendemos el Camino.

La Rebelión puede surgir por dos razones diametralmente opuestas: cuando estamos llenos, satisfechos; o cuando estamos vacíos.

Cuando la Rebelión surge al estar satisfechos, es porque estamos colmados de materia y no hay nada más que obtener: pletóricos de riqueza, de poder, de gloria, de honores, de talento o de conocimiento, nada de lo que hagamos habrá de lograr que el cáliz se apure hasta sus bordes. Es entonces cuando nos rebelamos y vaciamos el cáliz del Ego, buscando llenarlo con su opuesto espiritual.

Cuando la Rebelión aparece al estar vacíos, lo hace positivamente y con toda la fuerza, con toda la energía, con todo el entusiasmo posibles. Al estar vacíos, todo con lo que llenemos nuestro interior, nuestro ser, habrá de parecernos útil. Lo material, llegado el momento, nos satisfará; lo espiritual nunca terminará por llenarnos.

La Rebelión es también un alto, una detención en nuestro Camino, para tomar otro, el que es correcto para nosotros o podemos equivocarnos y asumir el que nos traerá sinsabores. En cualquier caso, habrá una Experiencia. O bien, podemos hacer un alto en el Camino sólo para tomar un respiro y seguir adelante: es válido hacerlo. La Rebelión es un ¡basta!, hasta que rectifiquemos, hasta que comprendamos por nosotros mismos. No olvidemos que en el Camino vamos solos y solos hemos de llegar a la meta, que está en todas partes.

Podemos hacer un alto, detenernos, porque nuestros cuerpos, nuestro vehículo, también necesita un reposo. Debemos también dejar descansar a nuestra mente, sumirla en la quietud; debemos dejar reposar a nuestro cuerpo físico, herramienta del ser; debemos dejar reposar a nuestro espíritu para que la Vibración no lo haga explotar.

Una vez satisfechos con el reposo, retomad el Camino. Hemos rectificado… y rectificando, hallaremos la Piedra Oculta.

La Rebelión es un alto porque nos permite rectificar nuestro ritmo y mejorar nuestra Búsqueda.

La Rebelión también es un cambio, una transformación. Toda Rebelión es un cambio al statu quo que ha cumplido con su cometido ya y no puede dar más de sí. El tiempo de más en que permanece solo da muestras de su envejecimiento, de su anquilosamiento. La Rebelión surge con la innovación, surge con la búsqueda de implantar una nueva forma de vida, toda vez que la vieja ya ha cumplido con su meta y no puede ir más allá.

Ser rebelde es ser joven. Rebeldía y juventud se asocian, porque el joven busca el cambio en su ser. Deja de ser niño, pero aún no es adulto. Quiere dejar de ser tratado como infante y busca la Reb elión. Ser joven no necesariamente implica ser rebelde. Se puede ser rebelde a cualquier edad, pero no permanentemente. Se puede ser rebelde dos, tres o más veces, pero si se es rebelde siempre, implicaría que la Búsqueda ha sido infructuosa, implicaría que en el andar no se ha encontrado nada, que no se llega a un estado de satisfacción.

Si se es rebelde siempre, no habrá nunca un cambio sustancial en el espíritu. O habrá varios. Uno tras otro se sucederán los cambios y se estará en permanente estado de neurosis. La mente, en lugar de aquietarse, se enervará y la Conciencia no habrá experimentado más que profundas turbaciones.

Si se es rebelde siempre, el alto será permanente. Viviríamos en un estado de pasotismo constante. Nunca asumiríamos el Camino correcto, nunca reanudaríamos la marcha en el Camino que estemos y desperdiciaríamos no sólo el tiempo, sino la oportunidad de transformación, la oportunidad de elevar nuestra Conciencia y cambiar de altitud. Seríamos los mismos.

Si se es rebelde siempre, seríamos eternamente jóvenes y perderíamos el respeto hacia nosotros mismos. Habría una negación constante y todo cuanto hayamos hecho, nos habrá parecido inútil.

Sólo las rebeliones materiales se hacen con ruido. La rebelión espiritual es en silencio. Es una transformación del espíritu. Es parte del diálogo íntimo. Ser rebelde es un estado mental, aunque puede y suele transformarse en experiencia. La rebeldía se hace en silencio.

La Masonería es una Rebelión Silenciosa. Y es la mayor rebelión posible.