domingo, 2 de mayo de 2010

LOS CONSTRUCTORES MEDIEVALES, EL JUEGO DE LA OCA Y EL CAMINO DE SANTIAGO

Todos hemos jugado alguna vez en nuestras vidas, el famoso “Juego de la Oca”, consistente en un espiral de 64 casillas en donde, tirando dos dados (y no uno como usualmente se hace), se va avanzando la ficha hasta coronarse en la última casilla. Pocos saben que en realidad, éste juego es más antiguo de lo que se piensa y que fue creado para perpetuar las enseñanzas de los Compañeros Constructores que fincaron sus improntas al norte de la península ibérica, en el conocido por muchos, Extraño Camino de Santiago. Y tampoco es tan simple como veremos…


LA LEYENDA DE SANTIAGO
Ante todo, hemos de conocer la leyenda del famoso apóstol conocido como Santiago Boanerges o Santiago el Zebedeo, o Santiago el Mayor o San Yago, quien fue a evangelizar a los pueblos ibéricos en el año 33 d.C. llegando a Galicia por el Mediterráneo, según unos, o a A Coruña por el río Ebro, según otros. Se dice que logró hacerse de siete discípulos y que posteriormente, volvió a Jerusalén (36 d.C.). Diversos apócrifos neotestamentarios aseguran que en el 44 d.C. fue martirizado en su país de origen y enterrado allí mismo y, posterior a su muerte, fue llevado a España al llamado “Campo de la Estrella” (que derivó más tarde en Campus Stellae y de ahí a Compostela) donde fue enterrado finalmente. No obstante, hizo un milagro: literalmente “derritió” una piedra con su cuerpo, tomando ésta la forma de una concha marina o “venera”. A partir de allí, se convierten en el máximo símbolo de los peregrinos a Santiago de Compostela. Sin embargo, la leyenda no sería conocida sino hasta el año 813 en tiempos del Rey de Asturias Alfonso II el Casto, cuando un ermitaño cristiano llamado Paio le dijo al obispo gallego Teodomiro, de Iria Flavia (España), que había visto unas luces merodeando sobre un monte deshabitado. Tras excavar hallaron una tumba donde se encontraba un cuerpo degollado con la cabeza bajo el brazo.
De hecho, ya existía en dicho lugar, un cementerio celta antiguo y que sería utilizado en lo posterior por otras culturas: suevos, visigodos y musulmanes. De allí puede explicarse la leyenda del nombre, pues cabe la posibilidad de que no se trate de “Campus Stellae”, sino de “Campus Stella”, Campo de Estelas o de Lápidas. A partir de allí, el sagaz Rey astur explotó la leyenda de la tumba del apóstol y comenzó a conocerse como sitio de peregrinaje, dando lugar al famoso “Camino de Santiago”, la ruta de peregrinación más conocida del mundo . Existen varios caminos que llegan a Santiago de Compostela, y más allá, al sitio llamado Finisterre, el fin de la tierra, o el Mar de los Muertos, donde se celebraban rituales celtas de matrimonio y purificación.

EL MAESTRO JACQUES
No obstante, varios historiadores ponen en tela de juicio la estadía de Santiago en Hispania, toda vez que se ha comprobado que nunca salió de Jerusalén. Quien sí estuvo en la península fue Saulo de Tarso (San Pablo). Sin embargo, en Compostela había unos huesos que sí correspondían a un Jacques: el llamado Maestro J, que se transformó al francés antiguo como Jacques .
Se dice que éste Maestro tenía un origen pirenaico y era un místico cantero, experto en desbastar piedras, cuya fama llegó a oídos del Gran Maestro Hiram Abiff, que le contrató para que colaborara en la construcción del Templo de Salomón. No hay que olvidar que esto es más una leyenda que una realidad histórica que es difícil de comprobar. Lo que sí es cierto, es que Jacques creó una fraternidad de canteros en las ahora provincias españolas de Huesca y Navarra (donde inicia la Ruta Jacobea en España) y que su nombre se adaptó pronto al idioma local: Jac hace referencia a Jacob, Jacobo, Yaco, Yago; y iak que en idioma vascuence significa “saber”, o “sabiduría”. Ésta fraternidad se hacían llamar originalmente los Lobos y existieron también en Francia. Los “Lobos” perdurarían en Francia hasta entrado en siglo XIX como sociedad secreta.
El símbolo que reconocía a los canteros discípulos del Maestro Jacques era una pata de oca. Cuando el cristianismo triunfó y se asentó definitivamente en España, la pata de oca fue sustituida por el crismón, signo que encierra en un círculo el monograma de Cristo y que se repite en dos lugares importantes de la ruta jacobea: las catedrales de Jaca y Santiago de Compostela.

LA OCA EN EL CAMINO DE SANTIAGO
Empero, el crismón es un símbolo más reciente. Los Compañeros Constructores originales, tenían como símbolo la espiral de caracol y como hijos de Jacques, se hicieron llamar los “jars”, de donde derivaría la palabra Oca en español. El término francés original es “Auche”, del latín “Aucam” y del bajo latín “Auca”, de donde viene “Oca”. Del sánscrito tenemos el término “Hansa”, de donde evoluciona al latín en “Anser” y del gótico “Gans”, produciendo “Ánsar” y “Ganso”. El término “Jars” se quedó en Francia. Pero cabe suponer si el término Oca no viene del provenzal, pues ésta zona (Provenza) del sur de Francia, fue conocida como el Languedoc, ¿acaso será Lengua de Oca?. Asimismo, cabe la posibilidad de que se trate del país de la Oca.
Como quiera que fuese, los “jars” dejarían su impronta a lo largo del Camino de Santiago. Y ejemplos sobran: Valle de Ansó (ánsar), Nájera (Jars), Ojacastro, río Oja, los montes de Oca, Villafranca Montes de Oca, Arraya de Oca, Puerto de la Pedraja (Piedra de Jars), Castrojeriz (Castro-Jars), La Rioja (rio-oca), Villageriz (Villa Jars), El Ganso, sierra y río Ancares (ánsares), Santa María de Oya (Oca), Aldea Oca y Puerto de La Oca. Basta ver un mapa español para corroborar.
Los mismos Jars se volvieron conocidos como los Caballeros (que montan no un caballo, sino la Cábala, el esotérico caballo del saber) del Cisne, o “Cygnatus”, de donde puede inferirse la palabra “Sygnatus”, donde el primero significa “cisne” y el segundo, “signo”. La Oca es, pues, la hembra del cisne. Y el cisne es una de las aves más emblemáticas que existen desde antiguo. Recordemos a Zeus-Cisne y Leda-Oca, padres de Cástor y Pólux (los Dióscuros) y Helena, raptada por Teseo, quien atraviesa el mítico laberinto cretense para hacer frente al minotauro. Como se ve, no hay nada nuevo bajo el sol. Tampoco hay que olvidar que el Camino de Santiago va de Oriente a Occidente y es llamado “La Vía Láctea”, por ello también se le conoce como el “Camino de las Estrellas”.

EL JUEGO DE LA OCA
Se atribuye su creación a los griegos, y más tarde penetró a Europa en el Medievo y no sería extraño que sus introductores fueran los Constructores o Jars (de acuerdo a la teoría que se maneja en este artículo, pues otra cita que la invención del Juego de la Oca la hace prove nir del asedio a la ciudad de Troya y otra más a los Médici). El juego de la Oca lo constituye un tablero con 64 casillas dispuestas en espiral. Los tableros actuales carecen totalmente de simbolismo (aunque en su mayoría respetan la esencia original), mientras que los tableros medievales estaban pletóricos de ellos. Se juega con dos dados y fichas para “pagar” algunos peajes y su disposición también recuerda que antaño una forma de iniciarse era jugando. En realidad, el juego de la Oca es un camino de ocas que conducen al Jardín de la Oca y hay que superar los obstáculos que se interponen al jugador. Veamos:

• Existen 13 ocas dispuestas en las casillas 5, 9, 14, 18, 23, 27, 32, 36, 41, 45, 50, 54 y 59. Cuando un jugador cae en una oca, saltará hasta la siguiente diciendo “de oca en oca y tiro porque me toca” y vuelve a tirar. Las trece ocas rememoran las trece etapas que recomienda el Códice Calixtino para recorrer el Camino de Santiago. Si se fija uno atentamente, la disposición de las mismas sigue una secuencia de 5 y 4 cada vez.

• La primera casilla tradicional (la número 1) aparecen varias ocas conducidas por un mago, un hechicero, un juglar o cualquier personaje que representa a quien va a realizar la peregrinación, porque el “Camino de Santiago es el camino de las personas comunes”. Se trata del Mago Iniciador que lleva al neófito.

• Algunos tableros colocan mensajes crípticos en algunas casillas que aparentemente son “libres”. Por ejemplo, dragones, gnomos y danzas sagradas.

• El número 9 tiene un significado especial, pues si el jugador tira un 9 sumando con los dados 5 y 4, se pasa a la casilla 53; pero si suman 6 y 3, pasará a la casilla 26. En ambas casillas (26 y 53) aparecen los dados, que representan la Piedra Cúbica. ¿Coincidencia? Y resulta que si sumamos los dígitos de 53 y 26 dan como resultado el 8.

• Entre los obstáculos caben destacar los siguientes:

1. El Puente (Casilla 6), donde se paga un tanto por el derecho de peaje y pasa a descansar un turno en la Posada (casilla 19). El puente posee un simbolismo directo con la construcción, la unión de lo celeste trascendente y lo terrestre cotidiano, cruzando en ambas direcciones. No es un puente común, sino uno sagrado, requiriendo de un esfuerzo por cruzarlo. Estos puentes se pasaban tras arrojar una moneda al “genio de las aguas”, presente en los mitos medievales, de ahí la moneda (o ficha) que se paga.

2. La Posada (casilla 19), paga un tanto por hospedaje y permanece un turno descansando sin jugar. Estas posadas están aún muy presentes en la ruta jacobea, especialmente en tramos difíciles del Camino. No obstante, el peregrino puede caer en la tentación de descansar más de la cuenta, por ello al llegar a ésta casilla tiene una penalización y pierde un tiempo útil en su recorrido.

3. El Pozo (casilla 31), deja de jugar hasta que otro jugador caiga en él. Se paga por el derecho de agua aparentemente. No se trata de un pozo cualquiera, sino de un Pozo Sagrado, que se ubicaba antaño en toda construcción sacra, sirviendo para sacar provecho de las corrientes telúricas que pasan por debajo de éstos lugares, serpenteando bajo tierra en forma de aguas milagrosas, que en ocasiones se creía tenían encantamientos. Por ello, el jugador no puede salir, porque está “encantado”.

4. El Laberinto (42), paga un tanto y extraviado sin hallar la salida, retrocede a la casilla 30, perdiendo un turno sin jugar. Los tableros originales diseñaban al laberinto como un zigurat babilónico (es decir, la famosa “Torre de Babel”). Qué decir de la representación de un laberinto, recordándonos al mítico laberinto de Creta. Los constructores medievales, asimismo, eran muy dados a colocar losas en los pisos en forma de laberintos .

5. La Cárcel (52), igual que en el pozo, no puede salir hasta que otro jugador caiga en ella. Simboliza la cerrazón de nuestra mente a realidades ajenas a nuestro plano vital, como el encierro real. El jugador permanece en ella hasta que alguien más lo “redime”.

6. La Muerte (58), paga un tanto y vuelve a comenzar la partida. Se trata de un recuerdo de los rituales iniciáticos practicados por los Jars dentro del simbolismo muerte-resurrección. Es la principal trampa del Camino de la Oca y, por su proximidad con la casilla del Jardín de la Oca, se trata de la Prueba Final del Iniciado. El jugador que cae en la muerte simplemente no deja de jugar sino que reencarna en un nuevo ser que debe volver a hacer el recorrido, intentando superar nuevamente las pruebas.

7. La Puerta del Jardín de la Oca (casilla 63) es la entrada al Jardín. Para entrar por la puerta, se ha de sacar el dado con los puntos justos, retrocediendo siempre los puntos sobrantes, pues el ingreso ha de ser perfecto.

8. Es de destacarse que la casilla final, el Jardín de la Oca, no va numerada, a diferencia de todas las anteriores. La Divinidad sin nombre aguarda la llegada del viajero para concederle toda clase de dones. Guarda toda su sabiduría y el secreto del número invisible, no escrito, pero presente. Todas las representaciones de la Oca en diversos tableros colocan ésta casilla como un jardín de las delicias, como un paraíso. En realidad no se llega a Santiago de Compostela, sino a un plano superior. Santiago de Compostela es sólo la puerta (casilla 63) por la que penetra todo peregrino.

El resto es suyo. Espero que les haya gustado.

Imágenes:
1.- Estatua de Santiago Apóstol
2.- Crismón en el Camino de Santiago
3.- Ejem plo de tablero del Juego de la Oca
4.- Cristo de la Oca en la iglesia de Puente La Reina (Navarra)
 
 

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