¿Debemos sorprendernos acaso por la decisión que ha tomado en días pasados la Gobernadora del Estado fronterizo –estadounidense- de Arizona, decisión que rezume xenofobia, intolerancia y racismo de la peor calaña?
Ésta es la pregunta que me hago todos los días desde que el 23 de abril pasado, Jan Brewer, la susodicha política arizoniana tuvo a mal estampar su firma en la Ley SB 1070, nomenclatura que más bien parece de placa de automóvil que de Ley Antiinmigrante, con lo cual desató la más grande oleada de protestas y descalificaciones a nivel mundial desde los reclamos por derogar el Appartheid Sudafricano a principios de los años noventa del siglo pasado. No he podido disfrutar un noticiero, programa de espectáculos o de variedades sin que los egregios reporteros de espectáculos, comentaristas deportivos, artistas y cantantes, venidos a analistas políticos, se desgañiten con singular fiereza y se desgarren las vestiduras como si se tratasen de consumados politólogos que comprendiesen las aristas que dependen de la decisión de Brewer y compinches variopintos. Y es que, siempre a la defensa de la Libertad de Expresión y de Opinión, los ciudadanos del planeta debemos sentirnos agredidos por la aplicación de una Ley que restringe a los cobrizos hispanoparlantes en la Unión Americana como ciudadanos de segunda clase.
Todo mundo en las calles le echa la culpa a la rubia y pérfida Gobernadora Jan Brewer –pobrecilla, diremos—por la decisión unilateral de insacular a la ya de por sí racista policía de Arizona con la facultad de detener a cualquier “hispano” que parezca sospechoso. Y sospechoso en Estados Unidos es igual a ser moreno, llevar un tatuaje con la Virgen de Guadalupe y hablar la lengua de Cervantes, mal que bien. Todo mundo esgrime su dedo de fuego y señala a la mujer, la racista, la xenófoba, la intolerante, la intransigente, la decimonónica, la emisaria del pasado, la secesionista, la discordante, la segregacionista, la fanática, la supremacista blanca, la sectaria, la hija del Ku-Klux Klan, la hitleriana, la neonazi, quien de ahora y para siempre pasará a la historia con el estigma de la persecución al inmigrante latinoamericano.
Pobrecillos de nosotros. Todavía creemos que detrás de los políticos no existen intereses creados, creemos que detrás de ellos no existen trasnacionales manejadas por hombres y mujeres que creen en el ideal nazi, creemos que los políticos toman decisiones unilaterales, que sólo ellos son los artífices de sus propias leyes, no pensamos que obedezcan a sus patrocinadores arios, no consideramos que el gobernante hoy en día no es más que el árbitro del partido, pero que son otros los que ruedan el balón, no pensamos que si bien Brewer estampó su firma, atrás de la misma exista multitud de empresarios, de una cúpula política y económica que dicta las órdenes. No pensamos que por cada Felipe Calderón al frente, hay un Roberto Hernández o un Carlos Slim atrás… que por cada Barack Obama existe un Gates, un Warren Buffet, un Walton, un Rockefeller, un Lawrence Ellison… que por cada Nicolás Zarkozy hay un Bernard Arnault o una Lilianne Betancourt… y estos empresarios les importa muy poco las olas políticas, les importa un comino si el gobernante es reelecto o no, total, la democracia pondrá a otro más o menos títere que el anterior, ya habrá un nuevo hombre o mujer que querrá agrandar su ego y por ello firmará lo que tenga que firmar, así sea la compra-venta de su propia madre.
Si bien es cierto que la responsabilidad moral e histórica es de Jan Brewer, también lo es que ella no ha hecho más que reproducir la más oscura historia de Estados Unidos: la historia de su racismo rampante, de su xenofobia galopante, de su segregacionismo no impreso, no teorizado, pero sí practicado en todos los niveles: desde el montañés de las Dakotas hasta el piadoso empresario bostoniano… desde las Everglades hasta el Gran Cañón… desde Manhattan hasta el palacio de gobierno de California y su Governator… Sí, es cierto y es verdad de Perogrullo: Estados Unidos se formó de migrantes… pero nadie ha dicho que invisiblemente bajo el pensamiento inmortal de Emma Lazarus en la Estatua de la Libertad: “Dadme sus cansadas, pobres y amontonadas masas, anhelando respirar libremente…” se imprimió un “N.R.D.A: Nos Reservamos Derecho de Admisión”. O más fácilmente: “Güeritos only”. Hubiera sido más fácil y nos alejábamos de hipocresías.
Tampoco hemos sido capaces de percatarnos que lejos de sucumbir ante el peso de una impopularidad que el latinoamericano asume, Jan Brewer ha incrementado su índice de aceptación. En el país de las encuestas, la Tierra de los Bravos, donde los políticos no mueven un dedo si no es con el beneplácito de sus votantes, la popularidad de la Gobernadora se incrementó de un 40 al 56 %, es decir, dieciséis puntos porcentuales en un Estado con más de 6 millones de habitantes de los que el 29.2 % son hispanos o descendientes de los mismos, o sea, menos de 2 millones. No es extraño que Brewer tenga tanta aceptación, ya que el Voto Blanco es del 59.5%, que quiere decir que casi 4 millones de personas se presumen descendientes de alemanes, británicos, irlandeses, franceses, escandinavos y rusos, entre otros.
La Gobernadora Brewer era incapaz de dar un paso adelante con la controversial Ley si no hubiera habido de por medio una encuesta que positivara la firma. Una encuesta donde el votante real, el que está registrado en el padrón electoral, que tiene sus papeles en orden, el que presume de supremacista, no hubiese dado su consentimiento. “Sí”, pese a lo que dijera el Presidente Obama, pese a lo que dijeran la multitud de gobernantes latinoamericanos (en especial Felipe Calderón, ya que el 21% de la población total de Arizona está compuesta de mexicanos), pese a que Brewer acabase crucificada por la opinión pública mundial, pese a que Ricky Martin, Shakira, Juanes y James Earl Olmos levantasen la voz por todos los habitantes del Río Bravo a la Patagonia. Pese a quien le pese y caiga quien caiga, Jan Brewer firmó una Ley Racista, Xenófoba y atrevidamente reaccionaria. Punto.
Por más llamados a un boicot comercial, industrial, social o turístico que se hagan hacia Arizona, vengan de adentro de la Unión Americana, o de afuera de sus fronteras, es bien seguro que la cúpula empresario-política que maneja a su antojo a políticos como Jan Brewer, ya haya tomado previsiones al respecto. Para ellos, será como arrancarles un pelo a un gato… siempre habrán compradores, usuarios de servicios, público en general –incluyendo hispanos- que tengan el mismo pensamiento xenófobo que ellos o que les vengan guangos los llamados y convocatorias de Ricky Martin y de Shakira, de Calderón o de Ban Ki Moon, de Amnistía Internacional o de la Unión Europea… y Jan Brewer, créanlo, duerme tranquila. Su ambición de ser reelecta al gobierno de Arizona se verá reflejada en las urnas el próximo 2 de noviembre de 2010. Brewer tiene la mira puesta a corto plazo en sus dos más cercanos contendientes de su propio partido (el Partido Republicano): el líder estatal del P.R., John Munger y el militar retirado Buz Mills. Lejos –y cerca- estará la contienda estatal contra el candidato Demócrata y ex alcalde de Phoenix, Terry Goddard, reconocido como “moderado” en asuntos migratorios. Ya veremos qué pasa en noviembre… el tiempo nos dará la razón o nos desdirá.
Tampoco seamos tan ingenuos y creamos que el gobierno de Arizona dará marcha atrás a la aplicación de la Ley. Acaso la moderará. Como cité antes, el Gobernador (en este caso, Gobernadora) es como el árbitro del partido. Y en mis poco más de 20 años de ver partidos de fútbol, jamás he visto que un árbitro se desdiga cuando señala una falta, un penal, un tiro de esquina, o amoneste y/o expulse a un jugador. Ello le restaría autoridad… y el árbitro es la máxima autoridad en un partido. Lo mismo ocurre con Jan Brewer.
Cierto es que la decisión de promulgar ésta ley es un paso atrás, un salto en las garantías individuales de cualquier ciudadano. Nadie lo niega. Pero, ¿quiénes serán los encargados de luchar a favor del inmigrante hispano? Cualquier gobierno de Latinoamérica –en especial el de México—que pretenda esgrimirse en defensor de los derechos de los migrantes, carece de autoridad moral para hacerlo. Es como escupir al cielo: el escupitajo te vuelve a caer. Porque Brewer, John McCain o cualquier político racista estadounidense, radical o moderado, podría revirar la crítica: “¿Qué han hecho los gobiernos -como el de México- para garantizar a sus ciudadanos las suficientes ventajas sociales para evitar la emigración? ¿Qué han hecho para garantizar su seguridad económica? En pocas palabras, ¿qué han hecho los gobiernos latinoamericanos para evitar que sus propios ciudadanos se aventuren en los peligros del cruce de la frontera en su búsqueda de una mejor calidad de vida? Ningún emigrante se va de su país natal por odiarlo, o por traición, sino por huir de la miseria, del hambre, de la pobreza extrema… van en busca de una vida material mejor, que en su propia tierra les ha sido negada, les ha sido regenteada, obstaculizada, impedida, impugnada… ¿Acaso los estadounidenses se aventuran a cruzar una frontera como la canadiense para mejorar su calidad de vida?… ¿los alemanes atraviesan los Alpes para llegar a Suiza?… ¿los japoneses cruzan el Mar del Este en afán de llegar a Corea? ¿los daneses nadan hacia Suecia? La frontera más cruzada por habitante alguno del mundo es la que separa a México de Estados Unidos. La más cruzada del mundo. Por algo será… sea porque México no garantiza seguridad económica y Estados Unidos –con todo y su racismo, sus desplantes xenófobos, su “migra”, su doble moral, su inseguridad para con los hispanos- sí. Al menos, eso es lo que creen 500,000 personas que año con año atraviesan la frontera aspirando a encontrar lo que en su país de origen le han negado: la dignidad humana y la certeza económica.
Barack Obama es producto de una lucha por la dignidad del afroamericano que se inició hace más de cientocincuenta años con la Guerra de Secesión y que iría sufriendo diversos momentos, hasta su cúspide cuando el Reverendo Martin Luther King pronunció su famoso discurso “Tengo un sueño” el 28 de agosto de 1963 en Washington, D.C. Los afroamericanos habrían de esperar aún 45 años para que uno de los suyos se sentara en la Casa Blanca. ¿Cuánto habrán de esperar los hispanoparlantes? Creo que mucho más… pues les hace falta un Reverendo Luther King y no creo que Emilio Estefan sea el mesías que los lleve a la Tierra Prometida.
Y mientras tanto, alrededor de esta controversial y satanizada Ley Antiinmigrante llamada SB 1070 aún no se ha escuchado la voz del Pueblo Masónico, de las Obediencias, de las Logias, de los Ritos… ¿qué esperamos? A favor o en contra, la Francmasonería Universal debe asumir su rol histórico en defensa de los derechos humanos, o dejar pasar éste momento y enterrarnos cada vez más en el ostracismo, en el olvido histórico y desaparecer.
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