lunes, 10 de diciembre de 2012

Historia y Desarrollo de la Masonería en Orizaba 2a. Parte.

Conflicto electoral de 1828

Llegada la época de renovar los poderes federales, a fines de 1828, se presentaron dos candidatos, ambos ex combatientes de la Guerra de Independencia: el general Manuel Gómez Pedraza, H. Masón y respaldado por el partido (rito) escocés y el gral. y H. masón Vicente Guerrero Saldaña, de los yorkinos. Pedraza contaría también con el respaldo de una parte de las logias del Real Arco y en su mayoría, las legislaturas estatales optaron por éste.

El acomodaticio general Antonio López de Santa Anna, en Jalapa, se pronunció a favor de Guerrero, a quien además le solicitó la completa expulsión de los españoles avecindados en territorio nacional. Santa Anna partió luego a Perote (al sur de Jalapa) y de allí a Oaxaca. Buscando hacerse de mayores recursos para su campaña, envió a Orizaba al general Mariano Arista, a donde llegara el 22 de octubre, en el preciso instante en que la división de los masones yorkinos estaba en plenitud. El Venerable Maestro de JUSTICIA SAGRADA No. 80, Matías Eduardo Valverde había ya modificado sus lealtades y ahora pertenecía al Rito Escocés y se pronunciaba a favor de Pedraza. Esto demuestra que en la aún villa de Orizaba ya existía por lo menos un cuerpo masónico del escocismo, legal o espurio.

La llegada de Arista fue bien vista por los yorkinos orizabeños pro-guerreristas, aunque encontrara cierta resistencia por parte de los escoceses. Sea como fuere, el 23 de octubre el militar se hizo de recursos pecuniarios mediante un préstamo forzoso del Ayuntamiento y un día después abandonó la población para reunirse con Santa Anna. El ayuntamiento de Orizaba, conformado en su mayoría por yorkinos, quedó muy comprometido con Arista y Santa Anna. La población se encontraba sin fuerzas para preservar el orden y algunos vecinos armados se pondrían a disposición del Jefe Político Ignacio Soria.



El 25 de octubre, Valverde, ahora escocés, puso manos a la obra: en combinación con Rafael Argüelles concertó dar golpe a los contrarios. Hicieron ir al Presidente del Ayuntamiento (y masón) José María Prado a casa de Argüelles y fue obligado a dictar órdenes para arrestar a Soria, así como a otros miembros del Cabildo y particulares que habían apoyado a Arista.

La mañana del 26 fueron ejecutadas éstas órdenes, siendo arrestados de manera simultánea el Jefe Político Ignacio Soria, los Alcaldes Rafael Naredo y Francisco Talavera, los regidores Juan Ravelo, Antonio Tixeyra, J. Trejo, Antonio Campos y Gregorio Uruñuela, además de otros Hermanos masones yorkinos y profanos que, si bien forzosamente, habían apoyado a Santa Anna y a Mariano Arista.

Lo que Valverde, Prado, Uruñuela y demás masones orizabeños ignoraban y se enterarían más adelante, era que el Congreso (Diputados y senadores), con mayoría de masones escoceses, promulgaron una ley que prohibía la existencia de sociedades secretas. Ley que, huelga mencionar, renovaba el Real Decreto del 24 de mayo de 1814, en que se impedían las reuniones clandestinas. Ley que habría de resultar contraproducente para los mismos escoceses, pues aunque la intención era destruir al Rito Yorkino, el escocismo masónico sufriría duros reveses y a mediano plazo, se beneficiaría el naciente Rito Nacional Mexicano.

Mientras, la asonada de escoceses en Orizaba sería legitimada... o al menos eso se pretendía. La campana mayor de la parroquia (hoy catedral) de San Miguel Arcángel convocó al pueblo y una vez este en la plaza de armas, se acusó a las autoridades apresadas de haber llamado a Arista para sacar recursos de la población y se habló de nulidad de las últimas elecciones, por lo que fue instalado el Cabildo del año anterior, compuesto en su mayoría por masones del escocismo.

Los prisioneros yorkinos y varios de ellos prrofanos ajenos a las rivalidades masónicas, fueron llevados al templo de Nuestra Señora del Carmen, que en más de una ocasión, como en ese momento, fungiría como cuartel, establo y prisión.

Entonces ocurrió lo impensable: Valverde fallece. Según el historiador Naredo, fue envenenado con ácido hidrosiánico. Como fuere, los golpistas se quedaron sin su principal líder y la población, azuzada por la clerecía local, se entregó al saqueo de la casa del fundador de la masonería en Orizaba. Extrajeron los objetos de uso masónico, el estandarte, la escuadra, el compás, el mallete, los mandiles, bandas, collarines y posiblemente hasta los libros de actas de la o las logias del hermano; fueron arrojadas en la plaza de armas y entregados a las llamas.

Gómez Pedraza ganó las elecciones, pero sería Guerrero quien asumiría el poder, gracias a un nuevo pronunciamiento. La noche del 30 de noviembre de 1828, un tiro de cañón disparado por la guardia de artillería cívica que estaba en el ex edificio de la Inquisición, en Ciudad de México, fue la señal dada para la reunión de los comprometidos, que se verificó en la Acordada hacia donde se dirigió la guardia. El pronunciamiento encumbró al ex insurgente Guerrero, quien tomó posesión en enero de 1829 sucediendo a Guadalupe Victoria, aunque mal le iría como Presidente de México.

En tanto, los presos del Carmen, en Orizaba, pro-guerreristas todos ellos, sabedores de los acontecimientos, se apresuraron en ganar a sus custodios para vencer a sus enemigos. Sus influencias ejercieron notable presión sobre el entonces Jefe Político José María Mendizábal. Reunidos en casa de éste los principales de la ciudad, entraron dos personajes despavoridos gritando “¡La guardia, Uruñuela, se han pronunciado!”

Verificado el pronunciamiento en el cuartel por los mismos presos políticos, en pocos momentos saldrían libres recorriendo las calles de Orizaba. Fueron restablecidas las autoridades yorkinas derrocadas y ahora Argüelles y demás prosélitos eran encerrados en el Carmen, ocupando las mismas celdas que sus adversarios.

No obstante, el nuevo Congreso Estatal del Estado decretó una amnistía, por lo que fueron perdonados y liberados, restableciéndose la tranquilidad en la villa de Orizaba.



La Reforma Liberal de 1833-1834 y sus repercusiones en Orizaba

Como puede apreciarse, los primeros años de la Masonería en nuestro país, que coinciden con los primeros años del México Independiente, no estuvieron exentos de caos político, si no emanado, si promovido por Hermanos masones que veían a la institución como un trampolín para sus afanes egoístas y materiales. Era una época en que las lealtades hacia el juramento en el ara poco valían y pesaba más el acomodo burocrático para así poder, como aún hoy día se dice, vivir del presupuesto.

Esto no significa que todos los masones implicados en el periodo federalista (1824-1836) y centralista (1836-1847) hayan sido perversos. No hay que olvidar que las Logias también constituyen centros de la Libertad de Pensamiento y de Palabra y, aunque erráticos, varios masones de nobles ideales y mejores intenciones, serían pieza clave en la conformación y fortalecimiento de la nueva nación mexicana.

Bien es cierto que tras los sucesos detallados en los capítulos anteriores, la Masonería en Orizaba se vió severamente afectada. El público perdería interés y confianza en los masones de ambos ritos implicados en los sucesos de 1828 y paulatinamente las logias irían vaciándose. Ora por falta de interés, ora por los efectos del decreto del 25 de octubre de 1828 que prohibía a los ciudadanos el reunirse clandestinamente y las sociedades secretas.

La Gran Logia Yorkina aceptó dicha ley, ordenando a sus logias el cierre hasta mejores tiempos. Muchas logias escocesas hicieron lo propio por lo menos durante los siguientes años. No obstante, hacia 1833 varias logias masónicas, principalmente escocesas y del Nacional Mexicano, pese a la prohibición, aún funcionaban. Y qué decir de los masones desperdigados por el territorio nacional quienes se mantenían activos políticamente pese a carecer –aparentemente—de logias en las cuales reunirse. Algo similar ocurrió en Orizaba.

En 1833, Valentín Gómez Farías, masón yorkino de exaltadas ideas liberales asumió la Presidencia de la República en virtud a la renuncia de su titular entonces, Antonio López de Santa Anna, quien en más de una ocasión rehuiría a las responsabilidades de primer mandatario. Farías estableció un programa liberal y en diciembre de ese año, el Congreso Estatal Veracruzano, imbuído de las ideas jacobinas del Jefe del Ejecutivo, decretó la ocupación de los bienes de las comunidades religiosas, inclusive las correspondientes a la Orden Franciscana; cosa que repudió el Obispo de Puebla, aunque no evitó su cumplimiento.

Así, el 14 de marzo de 1834 quedarían suprimidos en Veracruz todos los conventos que carecieran de mínimo 24 religiosos ordenados in sacris. En la ya ciudad de Orizaba el convento de San José de Gracia tampoco contaba con ese número, por lo cual quedaba suprimido de facto. El entonces Jefe Político del Cantón de Orizaba, Joaquín Rincón, observó minuciosamente el cumplimiento de la ley estatal, ocupándose personalmente de su ejecución. Si bien el primer decreto (el de diciembre de 1833) causó malestar en la ultramontana población, el segundo de plano exaltó los ánimos, pues los agentes encargados de aplicar la ley cumplían con su cometido generando una tensa calma en el ambiente.

Cabe mencionar que la clerecía orizabeña era muy apreciada por los habitantes; en especial gracias a los servicios prestados durante la epidemia de cólera morbus de 1833 (habría otra en 1849) por el párroco de San Miguel Arcángel, Dr. José Nicolás del Llano.

El 17 de abril de 1834 los sacerdotes de San José de Gracia abandonaron el convento sabedores de su destierro, ocultándose en algunas casas de particulares y en pueblos cercanos. En tanto, la autoridad política tomó posesión del inmueble sin obstáculo aparente. El 19 llegaron unos coches y comenzó el rumor de que eran enviados por el Gobierno del Estado para llevarse al cura Del Llano y a los demás sacerdotes. La autoridad había tomado sus precauciones y la guardia nacional se encontraba resguardada en el cuartel-iglesia del Carmen con el coronel Bezares, quien, por cierto, había pasado de masón escocés a masón yorkino.

La madrugada del domingo 20 una lugareña de nombre Carmen Huerta, seguida de varios hombres, comenzó a gritar por las calles de la ciudad “¡Se llevan al Señor Cura!”, lo cual era falso. Empezó a sonar la campana mayor de San Miguel Arcángel, mientras el grupo aumentaba cada vez más y se dirigía al cuartel del Carmen gritando “¡Viva la religión!” y “¡Mueran los yorkinos!”

Una cascada de piedras llovió en el cuartel mientras la guardia nacional permanecía impasible. Al amanecer, el tumulto había adquirido proporciones gigantescas y la campana de San Miguel no dejaba de tocar la alarma. Gente de poblados aledaños llegaban con fusil, carabina o picas en mano en pos de defender a la clerecía orizabeña, según eso creían. Guardia Nacional y ciudadanos orizabeños se enfrentaron en varias escaramuzas. Varios de los integrantes de la turba capitularon, en especial, para evitar que los soldados ejecutaran al cura Del Llano.

A las seis de la tarde del día 20 de abril la revuelta había terminado y los curas y frailes restablecidos en sus conventos. Paradójicamente, ahora estos se erigían en defensores de sus perseguidores, conminando a la fanática turba, próxima a lincharlos, a evitar la efusión de sangre. Los yorkinos ultraliberales caerían en el desprestigio social, ya de por sí existente en la ciudad. A más que seguro que la logia, si es que aún subsistía, abatiría columnas en lo sucesivo y de ésta forma desaparecería la Masonería organizada en Orizaba. No obstante, aún pululaban masones iniciados, aunque ninguno de ellos volvería a hacer ostentación de su pertenencia en la Orden.
 
Fototeca:
1.- Vista de la Calle Real de Orizaba (f. siglo XIX)
2.- Antigua parroquia de Huiloapan (pueblo cercano a Orizaba)
3.- Calle Real: al extremo izquierdo la parroquia de Santa Gertrudis. Barda del cementerio municipal.
 
BIBLIOGRAFÍA:
Misma que el artículo anterior.

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