En días pasados recibí ésta extraordinaria aportación de mi Querido y Venerable Hermano Favio Mendoza Méndez, Pást Máster de mi Madre Logia "Pluvius" No. 62, al Oriente de Orizaba, Veracruz, México. Con su autorización expresa, lo reproduzco en éste espacio para solaz de todos los que el presente vieren.
En una de las conversaciones que sostuve con uno de nuestros cofrades, abordamos someramente el tema que ahora traigo a vosotros, pues me quedé pensando sobre el tema de la libertad de expresión y lo que se dijo sobre la posibilidad de acotarla.
Recuerdo que opiné que habría que empezar por no emplear un término absoluto (como lo es el de “La Libertad”) para tratar de hallar límites a la expresión de las personas.
Porque al considerar a la libertad como un concepto absoluto, entonces no se le podría limitar (al menos para efectos metafísicos y etimológicos), pues lo absoluto se refiere a lo que se piensa es incondicionado e independiente, lo que ‘es’ por sí mismo, que no está sujeto a nada, que no tiene vínculo alguno de dependencia con cualquier otra cosa.
De ser así, entonces intentar poner límites a la Libertad no tendría sentido, e incluso ello iría en contra de la libertad misma.
Pero la realidad es que los humanos sí acotamos las libertades, pues por ello es que han existido tabúes, dogmas, decálogos, así como normas y reglas que regulan no solo la conducta externa humana, sino que algunas incluso han pretendido hacerlo con los pensamientos y deseos.
Pero entonces, ¿la libertad es o no absoluta?, ¿es tan solo un concepto tenido por absoluto?, ¿es una actitud de vida?, ¿o es tan sólo una palabra sobrevaluada y de uso demagógico?
A la Libertad se le suele definir como la capacidad que posee el ser humano de obrar según su propia voluntad, por lo que es responsable de sus actos.
Me llama la atención esta definición pues se enfatiza en que es una capacidad humana, excluyendo por tanto a los que no sean de nuestra especie; además se enfatiza en la responsabilidad que trae aparejada, así que de inicio esta postura cerca el concepto, y por tanto ya no es absoluto. ¿Acaso existe algo que realmente sea absoluto?, ¿o que al menos lo sea para todos los seres humanos sin excepción?
Aquí creo conveniente discernir entre lo que los humanos conceptualizamos de la realidad que nos rodea (incluyéndonos en ella desde luego) y la realidad misma, es decir, la consabida distinción entre el “ser” y el “deber ser”, entre la naturaleza y la idea que de ella se forma el Hombre.
Recordando lo que alguna vez expuse en Pluvius:
“…Comúnmente se piensa que el hombre es moral porque es libre, porque con su libertad es responsable de sus actos, a diferencia del animal, de quien se dice no es responsable porque no es libre. Yo no estoy de acuerdo, porque tal afirmación implicaría que el hombre es libre porque no está sujeto a sus instintos, y que el animal no es libre precisamente por obedecer a los mismos, cuando son éstos, en el contexto de la Naturaleza, el parámetro y límite de la libertad.
En efecto, estoy de acuerdo en que sólo el hombre realiza valoraciones morales, pero no por su libertad sino por su cultura, esto es, en el plano del deber ser, mismo que él ha creado paralelo al de la naturaleza, es decir el plano del ser que es el auténtico vigente y positivo. Por tanto, es la norma moral, o cualquiera de que se trate, la que debe ajustarse al hombre, porque el ser determina el hacer y no al revés.
Es la búsqueda de sentido y explicación del porqué de las cosas lo que lleva al hombre a crear, en el mundo por él reinventado, la justificación de sus actos a los que el mismo hombre califica como buenos o malos, morales o inmorales, dependiendo del interés particular o público o del deseo interno frente a la exigencia externa.
Se dice que sólo existe un hecho moral cuando el hombre tiene la capacidad de decidir; esto es cierto sólo en relación al mundo del deber ser y no del ser, porque en éste último plano el hombre está sujeto a sus instintos los cuales le son ineludibles, y sólo si acaso encausables; mientras que en el otro plano del deber ser sí tiene opciones para elegir.
También se dice que sólo hay libertad moral cuando existe capacidad de decidir para actuar de acuerdo con la razón, sin dejarse dominar por los impulsos o los sentimientos, dicha postura la considero como un ingenuo intento por tratar de escapar de nuestra naturaleza manifestada en nuestros instintos, y al mismo tiempo me parece una pretensión arrogante por pre enjuiciar a la razón y al intelecto, fríos y cerebrales, como algo bueno o positivo en sí mismos, teniendo al movimiento volitivo del instinto como algo malo, penoso, o atávico.
Creo que la auténtica libertad consiste en la adecuación del actuar y razonar del hombre con su propia naturaleza, pero no como un sometimiento de la razón hacia el instinto, sino como una coherencia del deber ser con el ser. Estoy de fijo en que no estamos por encima de la naturaleza, como románticamente nos intentan hacer creer las religiones teístas y en general el idealismo…”
Pero indagando más sobre el tema me sorprendí al hallar lo siguiente: “…la primera representación escrita del concepto "libertad" se cree que es la palabra cuneiforme sumeria Ama-gi. Se cree que es la primera instancia de los seres humanos utilizando la escritura para representar a la idea de "libertad". Traducido literalmente, significa "volver a la madre"…
Desafortunadamente el anterior párrafo tiene muchos “se cree”, lo que no ofrece seguridad sobre la raíz más antigua del significado de la palabra, pero me parece curioso que ello coincida con mi argumento, pues en el plano del “ser” (el real y no el ideal-artificial del “deber ser”) ese retorno a la madre me significa el acercamiento a la naturaleza, siendo ésta quien ciertamente nos marca el alcance de nuestra libertad.
Pero volviendo al punto de poner límites a la libertad, en acatamiento a la naturaleza dicho albedrío no debería tener límites, pero dentro del grupo social en que nos encontramos sí ocurre. Esto es así que por necesidades de convivencia y/o de conveniencia.
Así que, concepto tan poético de “Libertad” de todos modos Juan te llamas, porque si La Libertad tiene su fuente en la mente humana (así como otros muchos más), entonces no se trata de un bien o entidad ajena a él, no tiene el ‘ser’ en sí misma y no es absoluta. Se trata por tanto de un elemento más en la conformación de lo que entendemos por Hombre, luego es un elemento cultural, histórico y hasta evolutivo.
Al tratarse por tanto de un instrumento más que ha generado la mente humana para desenvolverse entre sus iguales de especie y prosperar entre ellos, no es extraño que la misma se vea a veces sobrevaluada, otras devaluada, a veces destacada otras soslayada, pero siempre presente, pues se trata de un elemento necesario para una mejor supervivencia, o lo que equivale al triunfo en la carrera evolutiva.
El darvinismo social apunta a la capacidad de mantener satisfechas las necesidades en el medio en que se habita, lo que implica la detentación de al menos el capital para con él conseguir la fuerza del trabajo y hasta la naturaleza. Sin embargo e irónicamente el humano que así se considera libre depende de los servicios de otros para poder satisfacer sus necesidades con lo que le asegure su subsistencia, y esto le constriñe esa libertad de la que se ufana.
Si ya considero ahora a La libertad como un elemento evolutivo humano, además de su uso en la evolución social con sus factores predisponentes (familia, educación, grupo social, etc.), no hay que olvidar los factores bioquímicos que de hecho son determinantes en la formación del individuo (ejemplo de estudio en neuriociencia), y finalmente los factores desencadenantes que podrían precipitar la voluntad en uno u otro sentido. Pero al fin y al cabo con la posibilidad de elegir entre “A” y “B” (como lo propone Víctor E. Frankl en “El hombre en busca de sentido”), o tal vez la ilusión de esa posibilidad de elección.
Entonces… según parece tan solo creemos ser libres, y en esa percepción existimos (cuidado porque percepción no es realidad), nos desarrollamos y hasta buscamos ser felices. Pero no es de sorprenderse, al fin que en nuestra especie se creen muchas cosas, otras se han dado por sentadas; pero las mentes inquisitivas suelen terminar rompiendo la ilusión y optan por píldora la roja que Morfeo le ofrece a Neo. Aunque a veces se apetece y hasta se puede gozar de la bienaventuranza de la otra visión, que podría ser reducida a un estado alterado de conciencia, no muy distinto del que podría ofrecer un chocolate, un orgasmo, el enamoramiento, una meditación profunda y extática e incluso algún alucinógeno.
Al confrontar así la realidad con la idealidad de la misma, en un auto examen que todos nos impusimos al ser iniciados, y lo que esto implica sobre el replanteamiento de todo mi bagaje cognitivo, es que me he hallado en medio de la supuesta incongruencia a que hace alusión Erich Fromm: los humanos somos el producto de una incongruencia. Y ella parecer surge de la misma evolución, al desarrollar una conciencia propia e individual que nos ha hecho distinguirnos de “los otros”, el resto de la naturaleza y de ella misma, al tiempo que pretendemos emularla con un orden social y cultural que aparentemente ha servido para evolucionar pero también para sojuzgarnos unos a otros, pero que felizmente es tan contingente como su creadora: nuestra especie.
Creo que de ahí surge mi identificación con el escepticismo, el mecanicismo (y lo que le toque de materialismo) y el cinismo (Diógenes con su muy particular y picante filosofía); pero de eso les aburriré en el próximo trazado.
M.'.M.'.FAVIO MENDOZA MÉNDEZ
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