domingo, 4 de julio de 2010

EL FÚTBOL Y LA MASONERÍA

Durante los últimos días-semanas-horas, el Juego del Hombre, llamado Fútbol por ésta América Latina nuestra que reza a Jesucristo y habla en español, o soccer por los vecinos del Norte, o bien, Football, Fussball, Calcio etcétera, en otras latitudes allende los mares… el juego más popular del mundo, está otra vez de moda. En estos últimos tiempos, como cada cuatro años, el planeta entero (la mayor parte por lo menos) parece detenerse y sus habitantes voltear hacia ese país anfitrión –que hoy le tocó en turno a la sufrida Sudáfrica- para apreciar, en vivo o vía satelital, los pormenores del juego. Sesenta y cuatro partidos, desde la inauguración y hasta el encuentro final en el que saldrá el campeón por el siguiente cuatrienio, llaman la atención, ilusionan, hacen vibrar, gritar, olvidarnos por unos breves instantes que hay que pagar absurdos impuestos, que mataron a un candidato a balazos, que la violencia sigue en las calles, que las bolsas de valores mundiales siguen en picada, que Irán está siendo bloqueado por navíos israelíes y estadounidenses o que sigue temblando en el mundo o que apañaron espías rusos en Estados Unidos (como en el mejor de los escenarios macarthianos de los 1950’s). Nada, nada importa: el errado pase de Ricardo Osorio a un jugador argentino adquiere mayor importancia y es tema de café y de cantina más allá que la renuncia de Arely Gómez a la Fepade; las desventuras maradonianas frente a la escuadra teutona son más trascendentes que la sombría campaña de Dante Delgado en Veracruz; o la telenovela protagonizada por Domenech y el equipo de Francia adquiere mística atención generalizada antes que la declaración de “Tontos inútiles” de nuestro encumbrado ministro del interior.

Así las cosas, el fútbol ha adquirido tintes de suprema importancia en el planeta. Ya ni siquiera los llamados a la globalización o a detener el calentamiento global son de eminencia extrema. Primero vemos si Messi, Cristiano Ronaldo o David Villa logran lucirse… luego, ya nos preocuparemos por el oso panda, el koala o el tatu carreta, total: siempre podremos verlos en libros ilustrados o museos virtuales, ¿no?

No obstante, siempre será grato tomarnos un respiro ante tantas y tantas desventuras que protagonizan la vida en esta tercera roca desde el Sol. Siempre habremos de estar agradecidos que haya personas que prefieran decirnos que la vida sigue siendo bella y que al margen de las calamidades eternas, hay momentos de solaz y esparcimiento que merecen la pena ser vistos, porque aunque sean noventa minutos al día durante un mes, podemos olvidarnos que hay balas surcando los aires en ciudades mexicanas o un hato de políticos corruptos medio gobernando –y a veces no gobernando nada- nuestro país. Sí: la magia del fútbol reside en eso, en complacer a nuestro espíritu, servirnos de catarsis y hacernos vibrar al grito sonoro de un “¡Gol!” aunque este venga de un insulso encuentro entre Vanuatu y Liechtenstein.

Los masones también somos seres humanos. Sentimos, comemos, defecamos, dormimos y soñamos igual que cualquiera, ergo, también nos puede apasionar el fútbol, como cualquier otro deporte. En las logias no sólo se discute acerca de la cuadratura del círculo o del simbolismo del piso ajedrezado; no sólo se critica a algún personaje político o se presentan ensayos sobre la presencia del ejército en las calles, o acerca de la creciente fuerza de la ultraderecha… también se habla de temas banales, de tópicos superficiales… de fútbol, pues. Hace algunos años aposté con otros Hermanos masones a que Alemania le ganaba a Estados Unidos en los Cuartos de Final del Mundial Corea-Japón 2002… y gané. Y eso es lo que hace bella a la Masonería; que también los masones nos demos tiempo para el sano convivio como amigos: hablar de fútbol es mejor y menos trivial que hablar de las idioteces que tuitea Paulina Rubio, pero más que la política y la economía de la nación. De cualquier forma, nos podemos dar ese lujo en que dos o tres, o más Hermanos nos entendamos como seres humanos con virtudes y defectos, con preferencias hacia un equipo u otro, pero siempre entendiendo que se trata de un juego, de un deporte vistoso y nada más, y no un asunto de patriotismo extremo o de nacionalismo sobrevalorado.

Una anécdota para recordar: el pasado mundial de fútbol en Alemania 2006 tuvo el enfrentamiento en Octavos de Final de las selecciones de México y Argentina, precisamente el 24 de Junio, día en que los masones celebramos el Solsticio de Verano. El evento se llevó a cabo fuera de ritual interno, pero sí con la parte pública en que asisten las familias y fue organizado por la Logia Hermana “Urania” No. 10, en el salón de eventos propiedad de su entonces Venerable Maestro, quien amablemente puso una televisión para que viésemos el partido. En suerte me tocó en suerte ser el Maestro de Ceremonias que iba presentando los brindis. Por la tardía llegada de los asistentes, el evento, a instancias del Venerable, lo comencé presentando los brindis a partir del descanso, cuando ambas escuadras iban 1-1. Los primeros tres brindis transcurrieron durante la pausa de quince minutos… los siguientes cuatro durante el segundo tiempo. Y “con un ojo al gato y otro al garabato”, los poco menos de 100 asistentes a dicha Comida Solsticial hicimos caso omiso de los brindis (salvo uno que otro Hermano) y más caso a la televisión al fondo del pequeño pero confortable salón. Al término de la comida, ¿acaso creerán que alguien comentó “qué buen brindis del Hermano Fulano” o “Bien por el Hermano Zutano, fue muy elocuente” o “No me gustó la forma de dar el brindis del Hermano Perengano”? No, estimados lectores de éste blog: los comentarios eran “Qué golazo nos hizo el Maxi Rodríguez”, “Pinche LaVolpe, no debió sacar al Ramoncito Morales”, “La regó Oswaldo Sánchez, no sé porqué lo metieron”.

En resumen: ¡Disfrutemos el fútbol!

Pero tampoco exageremos…

1 comentario:

  1. Q:.H:. Es grato leer tu publicacion apenas le he econtrado y me parecio muy bueno.
    espero podamos tener mas contacto por este medio, saludos

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