Todos nos preguntamos, en diciembre de cada año, si ésta vez vendrá Santa Claus a traerles obsequios a los niños, quienes son el grupo el que con mayor ilusión espera su visita, aunque poco se sabe quién fue en realidad: Todo un enigma este señor, que trataremos de develar.
Nació en el siglo IV d.C. en lo que hoy es Turquía, y que en aquellos turbulentos años era territorio romano, aunque de mayoría poblacional griega. Cuando vivía en éste plano terrenal era conocido como Nicolás –nombre por lo demás, griego—aunque en lo ulterior ya elevado a la categoría de santo, se le llamaría Nicolás de Bari entre los católicos y como Nicolás de Myra entre los ortodoxos, pero la caprichosa historia ha querido que sea conocido como Santa Claus.
Era inmensamente rico, pero donó todo su dinero a la caridad, lo que habla bien de él, pese a lo que se piense. Siendo sacerdote, se le ocurrió la peregrina idea de ir a Myra, ciudad de Anatolia (península que conforma Turquía) y al entrar a una iglesia, lo nombraron obispo ni bien había muerto el titular que agonizaba: así se hacían las cosas antaño. Su fama como persona caritativa, misericordiosa y bondadosa (es decir, como lo que un verdadero cristiano hace), pronto se extendió y comenzaron a entretejerse leyendas a su alrededor. Sabedor de que había 3 muchachas que no tenían dinero para casarse, por la noche se subió en secreto (ni tanto, pues alguien debió verlo para que llegara a nosotros ésta historia) al techo de su casa (de ellas, por supuesto) y por la chimenea arrojó monedas para su dote, que curiosamente cayeron dentro de unas medias que estaban colgadas allí. De ahí viene la tradición de colgar medias en el borde de la chimenea, a la espera de que “Papá Noel” –como también se le conoce—se apiade de nosotros y nos dé un poco de su pecunio, si bien el muy tacaño pone dulces y caramelos…
En otra ocasión, fue encarcelado y su barba quemada, aunque después le volvió a salir, por lo que podemos apreciar en sus imágenes que nos han llegado a nuestros días. La razón por la que fue encarcelado era simple: era cristiano en un mundo que no toleraba a estos –por algo ha de haber sido, que esas cosas no se ganan de manera gratuita--, y en aquellos tiempos el solo hecho de ser cristiano y de propagar dicha fe era motivo más que suficiente para perseguir, capturar, encarcelar y hasta ejecutar a una persona, casi de la misma forma que hoy en día se persiguen a los hackers de wikileaks. Quien lo liberó fue el emperador Constantino, a quien conoció en persona, cosa nada rara pues en aquellos días el mundo era más pequeño, los gobernantes más accesibles y la densidad poblacional, mucho menor que ahora. Por cierto que Nicolás participaría en el Concilio de Nicea, que aprovechó para condenar la herejía arriana…
Siendo ya anciano, viajaba mucho llevando juguetes a los niños en la época de Navidad (que por entonces se festejaba en marzo o abril), pues decía que el mejor de los regalos navideños era recibir a Cristo. 1,600 años después seguimos sin entenderlo. Ni a san Nicolás, ni al mismísimo Jesús. Pero en fin…
Murió en 345 en Myra, Turquía, pero está enterrado en Bari, Italia (ya que los cruzados, en 1087, temerosos de que los “infieles” destruyeran sus reliquias, mejor lo desenterraron y lo embarcaron rumbo a Italia), aunque se dice que vive en el Polo Norte y tiene un taller de juguetes, ayudado por duendes, esbirros paganos en los que no creía y que seguramente, de saber que se le asocia con ellos, huiría horrorizado de tal satánica blasfemia. Se supone que está casado con una tal Señora Claus, aunque fue soltero toda su vida. En los años treinta del siglo XX una muy conocida empresa refresquera lo vistió de rojo, para que le hiciera publicidad al susodicho refresco, si bien la empresa se defiende aduciendo que ya existían imágenes de San Nicolás de Bari (a) Santa Claus vistiendo de rojo tiempo antes que a ellos se les ocurriera. Tiene 9 renos llamados Doner, Blitzer, Comet, Cupid, Prancer, Vixen, Dasher, Dancer y Rudolph, este último con una nariz roja que alumbra el camino de Nicolás de Bari (o de Myra, o Santa Claus, Papa Noel, o como gustéis, que su nomenclatura es vasta) cuando va cada Noche Buena volando en trineo llevando juguetes a los niños que bien se portan. Por cierto que los renos son animales del norte europeo, lugares a donde Nicolás jamás visitó, por lo que es improbable que haya tenido o tenga 9 renos, que además no se dejan domesticar y mucho menos tienen focos rojos de nariz. Además, todos tienen nombres derivados de la antigua lengua germana, considerada bárbara y de tribus poco amistosas y totalmente incivilizadas en la época que le tocó vivir.
Otrosí, es difícil que Nicolás haya conocido algún trineo en su vida, mucho menos que sepa utilizarlo y menos aún que sepa como volarlo. La sola idea de encontrarse frente a frente con un reno con nariz de foco de tugurio ya es de por sí, terrible para el pensamiento pre-medieval de Nicolás.
Por alguna extraña razón, su iconografía antigua y medieval lo muestra como un anciano de barba gris aunque delgado en su complexión. Nicolás ha de extrañarse de porqué lo ponen gordo, siendo que en su época la gordura era considerada no sólo exclusiva de gente adinerada y poderosa, sino un sinónimo del pecado de la gula. Se infiere que el gordo come mucho porque tiene harto dinero para hacerlo. Nicolás no tenía ni un ochavo en que caerse muerto –como finalmente ocurrió—y tampoco le haría gracia verse como la imagen de la diabetes y la opulencia.
A Nicolás también ha de extrañarle que se ubique su lugar de residencia en el Polo Norte, lugar tan inaccesible entonces como ahora, toda vez que él provenía de tierras mediterráneas. Es lo mismo que poner a Fidel Castro a gobernar Rusia. Seguramente en alguno de sus múltiples viajes al interior de Anatolia o por montañas del Mediterráneo, debió haber conocido paisajes nevados, pero de eso a vivir sempiternamente en uno de ellos y además, el más frío del hemisferio norte, es de pensarse. Nicolás ha de haber hecho algo terrible en su vida para sufrir tal tortura. Aunque se supone que no siente frío…
Nicolás, hemos dicho, viaja en trineo una vez al año y lleva un gran saco repleto de juguetes y regalos que le deben alcanzar para todos los niños del mundo que creen en él. Lo cual, hablando en términos demográficos quiere decir que debe llevar regalos a poco menos de 2 mil millones de niños, pues la publicidad ha logrado que Santa Claus penetre en lugares tan extravagantes como Indonesia, Japón o Burundi. A los niños que se portan mal, les deja un pedazo de carbón, el muy mezquino. Si damos crédito a tan inverosímil circunstancia, resulta que el susodicho trineo cargado de juguetes debe tener por lo menos el tamaño de diez edificios como el Empire State, lo que explica que los renos descansen los 364 días, pues ha de ser una labor titánica. Claus también debe recorrer, en aproximadamente 24 horas –si es que empieza en la Línea Internacional del Cambio de Horario y termina al día siguiente—distancias inhumanas, como viajar tres veces alrededor del sol o más… este problema se ha solucionado aduciendo que San Nicolás es omnipresente y que no requiere ir de casa en casa dejando juguetes, lo que también lo mete en un brete teológico, porque omnipresente solo Dios. Y Santa Claus no es Dios, ni siquiera un dios.
Queda el problema de la tradicional chimenea. Para empezar, Nicolás debe hacer malabares para poder entrar por una de ellas, puesto que su excesiva obesidad se lo ha de impedir. Lograr ingresar a una casa por medio de la chimenea debe conllevar empujones, jadeos, mareos, esfuerzos diversos que llevarían mucho tiempo… y ya sabemos que Santa Claus tiene que llevar 2 mil millones de obsequios en 24 horas, así que perder de 15 a 20 minutos por chimenea, decepcionaría a una buena parte de los niños del mundo. Podría arrojarlos por la chimenea, a riesgo de que cayeran en el fogón encendido y quedaran carbonizados y ¡adiós regalos! Al día siguiente más de un niño estará llorando las de Magdalena al ver su ansiado presente hecho ceniza. Pero hay otro problema aún más grave: no todas las casas del mundo tienen chimenea… ¿qué hacer en este caso sin violar la tradición? Si Santa Claus (o San Nicolás) no entra por la chimenea, ¿por dónde lo hace? ¿por alguna ventana? ¿por la puerta? ¿algún tragaluz? Vale la pena meditar sobre esto. Algunos expertos en la materia sugieren que San Nicolás entra a este tipo de casas por un impasse mágico: es capaz de desmaterializarse afuera y materializarse nuevamente adentro… entonces, si esto es cierto, ¿para qué diablos necesita un trineo, nueve renos y un colosal saco de juguetes? Si es un ente mágico y sobrenatural, tampoco necesita un taller de juguetes ni duendes, elfos, gnomos o trasgos que lo ayuden, pues solito se basta… total, alcanzará con cerrar los ojos a voluntad e inmediatamente estará en el interior de una casa cualquiera, apareciendo el juguete que la lista le indique… ¡ah! Porque también anda cargando una lista de juguetes que requieren los niños…
Esta lista, nos han hecho creer que se trata de un pergamino escrito a mano donde Santa Claus lee qué juguete quiere tal o cual niño. A veces se trata de un listado de hasta 10 o 20 juguetes por niño… pero dejémoslo en un regalo por infante. Esto implica que si la lista está escrita en hoja tamaño carta en letra Times New Roman de 12 puntos, cada página abarcará 50 niños con su respectivo deseo. O sea, 100 niños por hoja, lo cual nos deja con la extraordinaria cifra de 20 millones de hojas en total, considerando a los 2,000 millones de niños de la población mundial. Entonces, no se trata de una simple lista escrita en un pergamino, sino unas 4,000 ediciones de la actual Enciclopedia Británica. Es decir, toda una biblioteca.
Quedan más dudas acerca de San Nicolás de Bari // San Nicolás de Myra // Papá Noel // Kris Kringle // Santa Claus… o como quiera Vd, llamarlo. Se las dejo a los expertos en la materia que me nos expliquen acerca de tan insigne personaje…
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