Los masones provenimos de una ceremonia llamada “Iniciación”. Ésta se efectúa con la presencia y aquiescencia de por lo menos siete masones constituidos en una Logia Regular. A su vez, estos siete (o más) fueron iniciados por otros tantos Hermanos y así sucesivamente hasta el infinito… o hasta 1717, lo que llegue primero. Por supuesto que se trata de una serie sucesiva de eventos cíclicos, por ejemplo: el Hermano “A”, recibido en logia en 2011 fue iniciado por otro Hermano al que llamaremos “B”, quien fue iniciado, digamos, en 2000. A su vez, “B” recibió la Luz de un Hermano iniciado en 1987… y así sucesivamente.
Esto quiere decir que los nuevos son recibidos por los viejos. Y estos “viejos” fueron “nuevos” ante los “viejos” de su tiempo. Nuevamente, un ciclo que se repite sin cesar… resultado: los masones heredan sus logias, cuando no las crean.
Pocos son los masones que conozco que han sido creadores de algún Taller. Por lo general, las Logias masónicas son añejas, de regia estirpe, a veces centenarias o hasta sesquicentenarias, situación más que loable, pues lo verdaderamente importante y trascendente no es crear una Logia, sino mantenerla y, por supuesto, que a través de los años, sean iniciados Hermanos que tengan la sapiencia, la paciencia y la energía necesarias para no dejar que decaiga. Generalmente los “viejos” hablan maravillas de sus logias a los “nuevos” que, a su vez, llegado el momento, pasarán la estafeta a los “neo-nuevos” que vayan entrando. A veces, el ciclo se corrompe y no faltan Hermanos que heredan odios, rencores, rencillas que, sin deberlas ni tenerlas, se transmiten entre Hermanos de una Logia de estandarte azul y otra con un lábaro de un celeste más clarito… así ha sido siempre: además de heredar amor por su logia, heredan odios hacia “los de enfrente” y esto, ¡a pesar del juramento de fraternidad que debe imperar entre todos los masones del universo!
No faltará uno, o quizás varios Hermanos quienes, decepcionados de la forma como se lleva a cabo la Masonería, se retiran de su Madre Logia con el objetivo claro y preciso de formar un nuevo grupo… más fresco, más ágil, más pragmático, más ortodoxo o más heterodoxo… la Masonería, se dice, resulta debilitada. A mi juicio es todo lo contrario: se fortalece. Y es así porque dos logias (en tanto no compitan entre sí) pueden ser más críticas que una sola… porque dos logias pueden ser dos miradas sobre un mismo objetivo… porque a veces los “viejos” ya destilan anquilosamiento (y no me refiero a la edad física, sino a la forma de pensar) y preciso es renovarse… renovarse o morir, dice un antiguo refrán.
Los Hermanos Masones que crean son tan laudables y tan admirables como los que heredan… porque ambos fomentan el espíritu masónico. Porque mientras los unos seguirán con un estilo muy propio y respetable, porque les ha funcionado cincuenta, cien o más años, los creadores impulsarán un nuevo estilo, más jovial tal vez… aunque irremediablemente, pasado el tiempo, habrá de ser el “estilo viejo” y quizás, habrán otros siete o diez Hermanos que se atreverán a desafiar el statu quo y crearán algo nuevo. Así, el mundo ha girado desde siempre y seguirá girando. Así, renovándose una y otra vez hasta que una de dos, o la Masonería se extinga, o el planeta colapse.
Poco entendemos los masones de éste ciclo. Generalmente somos iniciados y se nos dice que la categoría de Masón nos acompañará el resto de nuestra efímera existencia terrenal. Y así es. Quienes creamos, o heredamos, imbuidos del entusiasmo que traemos desde Aprendices, crecemos como masones y vamos sorteando pruebas y acumulando grados y cargos en nuestra Logia –y quizás en la Gran Obediencia. A veces no nos damos cuenta que llega el momento en que envejecemos junto a nuestra Logia. A la que creamos o la que heredamos, no importa. Y no nos pesan los años que han pasado, sino la tozudez al cambio. No es fácil entender que los “nuevos” requieren más nuestra experiencia que nuestro austero juicio… que los recién legados precisan de instrucción y no de trabas… requieren, necesitan y ruegan por verdaderos Maestros Masones y no fardos que cargar. Debemos entender que los nuevos quieren aprender y aprehender de nosotros y que a veces, lo mejor que podemos hacer, es precisamente hacernos a un lado. Y necesitan de los "viejos" porque ellos son la suma de la experiencia, la sabiduría, la fuerza verdadera de la Masonería... porque los viejos no son, no deben ser, material de deshecho, sino columna vertebral de toda institución. Pero a veces la vejez nos llega de manera harto diferente: por ejemplo, cuando aún jóvenes, nos dejamos vencer por el peso del pesimismo, de la negatividad, de la idea pervertida y corrompida por años, lustros, décadas de hartazgo, de cansancio. No tiene porque ser así siempre, por supuesto.
Cada masón posee su propio ciclo y su propio ritmo. Hay algunos que han estado sesenta y cinco años ininterrumpidos de trabajo masónico, pero que en los mismos se han ido renovando una y otra vez, de tal manera que son capaces de hablarles a los jóvenes en su propio lenguaje. Con otros, la fortuna no les sonríe mucho: han estado la mitad del tiempo… 30 años quizás, y siguen pensando, actuando y mirando el desarrollo de la Masonería como si fuera 1981. O 1970. O 1950. Por respeto a su experiencia y sabiduría, se les tolera… y sus comentarios son bienvenidos. Pero cuando en lugar de dar alas a los nuevos, les cortan las plumas para que no vuelen, entonces su presencia resulta inútil e innecesaria. Como reza un Hermano: “meten a los aprendices al agua y salen con sed”.
Algún día los que aún somos –o nos preciamos de ser—jóvenes, seremos viejos. Mi madre desde niño, me dice: “Como te ves, me ví… como me ves, te verás”. También esto debería aplicarse a los masones. Mi ciclo masónico algún día terminará… y no será cuando me pesen los pies, ni cuando se me caigan los dientes, ni cuando no pueda ir solo al sanitario, ni cuando las canas pueblen mi cabeza (que ya bastantes comienzan a brotar)… será cuando haya contaminado la Logia que cree… será cuando haya corrompido la logia que heredé… será cuando de mi boca salga odio o rencor hacia otros Hermanos… será cuando en lugar de criticar, despedace a mis cofrades… será cuando mi mente esté tan obcecada que me ciegue y me impida ver que los más jóvenes pueden hacer una Masonería diez, cien o mil veces mejor que la que yo hice… cuando, en resumen, me haga un viejo decrépito sin importar cómo esté el envase…
…y sólo ruego al Gran Arquitecto del Universo que haya algún Hermano con suficiente valor para decírmelo.
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