lunes, 21 de marzo de 2011

El Sufrimiento

Los seres humanos sufrimos. Sufrimos porque queremos; si no quisiéramos, no sufriríamos, porque el sufrimiento es programado por nosotros mismos. A nuestro cuerpo astral le gustan las emociones fuertes y el sufrimiento es una emoción fuerte, es energía intensa.

El sufrimiento físico puede soslayarse. A muchos les basta con tomar un medicamento para sentirse sanos. No se trata aquí del sufrimiento físico, sino del espiritual. Éste es el más arduo de evitar, porque nace del interior. Nadie nos lo ocasiona, por ello, sufrimos porque queremos. Nace de nuestro interior, aunque lo causen factores externos.

El sufrimiento nace por el Apego. Nos apegamos a las personas; luego entonces, al perderlos, sufrimos. Y lo hacemos por la falsa creencia, egoísta y mundana de que nos pertenecen, que son de nosotros. “Mi” madre, “mis” hijos, “mi” pareja. Todos ellos son seres únicos, libres, no pertenecen a nadie, pero creemos que así es. Al morir físicamente un ser a quien amamos, nos lleva al sufrimiento. Pero este ser querido ya no sufre, ha trascendido la materia, ya se transformó en Uno con el Creador, porque el sufrimiento, aunque espiritual, se manifiesta a través del cuerpo físico.

Quienes sufren son los vivos. La muerte trasciende el sufrimiento. No obstante, aunque muchos digan y sostengan argumentativamente que la Vida es Sufrimiento, esto es falso: en la Vida no necesariamente se sufre.

Sufren quienes tienen apego a la riqueza y cuando la ven perdida, se lamentan. Sufren quienes pierden sus bienes materiales por estar apegados a ellos. Sufren los que sienten apego a su trabajo y lo pierden. Sufren quienes sienten apego a lo material y lo ven perdido. Si los hombres fomentásemos el desapego a lo material, habría menos sufrimiento.

La vida, lo que rodea a la vida, crea apego. Por eso, quienes se lamentan por la vida son incapaces de darse cuenta que el mundo que han creado a su alrededor es sólo una falsa ilusión. La vida no causa el sufrimiento; lo causamos nosotros mismos.

Es la propiedad lo que causa sufrimiento. Éste se manifiesta en el cuerpo físico a través de emociones intensas como la angustia, la depresión, el estrés. Todos estos son males actuales del Mundo Occidental, mercantilizado y materialista. Oriente no sufre de estos males, las enfermedades son epidémicas, manifestadas en la colectividad. El hombre occidental sufre de hipertensión, diabetes, infartos… enfermedades todas que se manifiestan en el individuo, no en grupos. Occidente es una humanidad individualizada, agresiva, ambiciosa. Por ello, el sufrimiento aparece y ataca en casos individuales, porque el Hombre se aleja del Hombre.

El sufrimiento nace del esfuerzo. Nos esforzamos por tener una vida de éxito, una vida plena, porque nos han impuesto la idea de que todo esfuerzo se ve recompensado. Y la recompensa siempre es material. Nos esforzamos en alcanzar los bienes materiales, muchos de ellos innecesarios y superfluos. Lo intrascendente nunca deja tiempo para lo importante.

También nos han convencido de que el sufrimiento nos dará la Vida Eterna en el Más Allá. Por ello, Occidente ha elegido sufrir; porque estamos seguros de que el sufrimiento nos garantizará un lugar con el Creador. El creer esto es una insensatez: Dios no se alimenta de dolor; de ser así, sería un dios cruel e inmisericorde. Ninguna de Sus obras es muestra del dolor, sino del Amor. El sufrimiento lo han creado los hombres.

El Hombre sufre también para llamar la atención de los demás: nos gusta que nos tengan lástima. De la misma manera que el egoísta se ufana de sus posesiones, el hombre doliente presume de lo que carece, de lo mucho que sufre al no tener nada o al haberlo perdido todo. Cree que así se ganará el Cielo. Los Grandes Espíritus se saben reponer de la adversidad sin aspavientos ante los demás y sin esperar donativos de nadie. Destierran el sufrimiento de sus vidas como se acaba con una avispa molesta: de un solo golpe y en el momento indicado.

Muchos sufren porque ven mermada su salud. Nos lamentamos y creemos que Dios nos ha enviado el Cáliz de la Amargura por medio de una enfermedad. No es cierto, las enfermedades son invocadas por nosotros mismos. Nosotros las llamamos. Con nuestras acciones, con una vida disipada, inmoral, estresada, la enfermedad nos asalta como consecuencia de fomentar una vida así: insana. Nos llega la enfermedad al descuidar el cuerpo físico, el cuerpo mental y el cuerpo astral.

Llenamos nuestro cuerpo físico de alimentos y sustancias nocivas y, a la larga, el cuerpo físico lo resiente. A la mente la colmamos de malos pensamientos, de ideas torcidas. Al cuerpo astral lo llenamos de vibraciones negativas como la ira, el dolor, la venganza, la ambición. Todo ello incide, tarde o temprano, en la merma de nuestra salud. Y ello nos provoca el sufrimiento.

Nadie más que nosotros mismos nos provocamos el sufrimiento; por tanto, está en nosotros, en el Caminante el desterrarlo para siempre. A través de la elevación de nuestra Conciencia, a través de la búsqueda de nuestro Yo Interior, a través de la lucha contra el ego y el destierro del apego es como el sufrimiento habrá de ser expulsado. El conocimiento tampoco nos será de ayuda. Bastará con el Saber para que el Sufrimiento cese de clavar su mortal aguijón en nosotros.

El Camino de la Masonería no es el camino del sufrimiento; es el camino de la Liberación Interior. El Camino de la Masonería no admite al sufrimiento. No lo ignora, pero lo combate.

1 comentario:

  1. que bien esta;felicidades, lo voy a compartir con mis hermanos, en mi logia.

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