“Cuando lo sagrado está en todas partes,
ya no hay nada sagrado en ningún lugar”
-Henry de Lubac
Al Hombre le gusta levantar muros. Tiene miedo de que los demás penetren en su YO interior –algo por lo demás, si no imposible, sí difícil–, y levanta barreras a su alrededor, para protegerse. O para separarse de lo que considera, puede contaminarle. El ser humano fomenta su propia división. Divide y sacraliza. Divide y profaniza. Es el ego el que habla por él. Si el Hombre tomara plena conciencia de su papel en el Universo, si aceptara seguir el Plan Divino, si hiciera a un lado la belleza y la fealdad, si, en resumen, tomara su propio Camino, el que fuera, con seriedad, con entrega, con naturalidad, no cabrían en él los divisionismos superfluos. No existirían los conceptos de lo Sagrado y lo Profano.
Lo Sagrado es todo aquello que asociamos a lo divino. Por lo mismo, lo Profano es todo aquello que está fuera del ámbito de lo divino. Todo lo que es humano, todo lo que es artificial, todo lo que es mecánico, o material, es Profano. Y lo Profano está contaminado porque no ha sido tocado por el Creador.
El Hombre cae en sus propias contradicciones: si él es la Obra máxima de la Creación, ¿cómo puede ser algo Profano? Si no lo es, ¿cómo pretende ser algo Sagrado? Para solventar éste problema, el Hombre creó los ritos, las ceremonias, las liturgias. A través de ellas, invoca a su Dios, o a sus dioses, o a los demiurgos, o a quien considere adecuado, y sacraliza el objeto, el lugar, o a sí mismo. Todo ello no hace sino complicar lo sencillo, lo que es natural, especialmente a sí mismo y a sus semejantes.
Sacralizar algo o a alguien, es un acto egoísta, porque el sacralizador siempre creerá ser mejor que el que recibe la sacralización y, a la larga, éste último también se creerá dotado de poderes especiales, de honores, de gloria o de talentos extraordinarios. El Iniciado, muy frecuentemente, se cree una entidad superior a sus semejantes, los profanos (que quede claro que no sólo me refiero a lo que ocurre en Masonería, sino en toda otra Orden Iniciática, pues en todos lados se “cuecen habas”).
Es curioso, a la vez que significativo, que los mismos seres humanos no acaben de ponerse de acuerdo con la visión parcial y subjetiva de estas dos vertientes. Lo que es sagrado para unos, es profano para otros y viceversa. Al no existir una opinión universal, entonces todo es sagrado y todo es profano.
Dios no es restrictivo. Dios no crea leyes que determinen lo uno ni lo otro. Ello supone una tarea de los Hombres. Son los Hombres quienes definimos y decidimos lo que hemos de sacralizar y lo que no. el ser humano sólo muestra sus neurosis creando ritos, misterios y trivialidades de las que no está seguro, ni puede estarlo, si le agradan o no a su Dios.
En la búsqueda de la Verdad, el hombre nutre y alimenta el sendero que él mismo ha creado, sacralizando y profanizándolo todo a su paso. Es una simple, pero intrincada división imaginaria que, más tarde o más temprano, crea confusión, crea desorden, sume en el caos a todas las humanidades. Para alcanzar a Dios, para alcanzar el estado de armonía, el camino más fácil es el camino correcto. Hay varios caminos, pero sólo el camino natural nos conduce sin vericuetos ni laberintos, a donde queremos llegar. Éste Camino no es sagrado, ni es profano. Es natural, es simple y sencillo. El Camino correcto no admite divisiones: es el camino ideal, tan sagrado como profano pueda ser.
Muchos ríos de tinta han corrido, multitud de árboles han sido talados para hacer el papel con el que se han escrito libros sobre el tema de lo Sagrado y lo Profano. Los científicos, los eruditos, sociólogos, antropólogos, teólogos, han estudiado este asunto, sin dejar más en concreto que la necesidad sicológica y sociológica del Hombre acerca de lo Sagrado y lo Profano. El pensamiento místico es ilógico, por ser extenso. El pensamiento religioso es ilógico, pero es cerrado, dogmático.
Lo Sagrado y lo Profano provienen de la mente dogmática, religiosa, separatista. No son producto de una mente mística, porque lo místico también es poético, sensible. Y en lo sensible no caben las divisiones, los antagonismos, las fragmentaciones.
Tal vez haya llegado el momento de derrumbar el antiguo muro que separa lo Sagrado de lo Profano. Y que a partir de ahora, todo sea Sagrado: Cielo y Tierra, porque todo lo hizo Dios.
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